Hace años se anunció como exclusiva de consolas XBOX TUNIC, un título que nos recordó mucho a The Legend of Zelda (concretamente al remake de Link’s Awakening). El tiempo pasó y, al igual que con Cuphead, ahora podemos disfrutarlo también en Nintendo Switch. Se han sacrificado parte de su encanto gráfico para “caber” en la consola híbrida, pero el resultado merece la pena en cada una de las mínimo 12 horas que nos esperan.
Aprendiendo a jugar con el manual de Tunic
Nuestro pequeño zorro comienza su aventura derpertándose en una orilla, y al segundo se dispone a investigar la isla en la que se encuentra, con el fin de realizar la misión que en sueños se le aparece. Más allá de algún letrero localizado, la mayoría del título no tiene diálogos y el texto aparece en un idioma inventado, por lo que todo se basa en la exploración e investigación.
La dinámica principal que resulta novedosa en TUNIC es la de su manual de instrucciones. A lo largo del viaje, encontramos páginas del mismo como si fueran coleccionables (lo son, pues tenerlas todas nos ofrece el verdadero final), en las que podemos ver las acciones del personaje. De hecho así es como nosotros como usuario aprendemos lo que nuestro pequeño personaje puede realizar.
El viaje comienza con un pequeño palo como arma, pero luego obtendremos una espada y otros objetos que podemos equipar a varios botones como en cualquier Zelda clásico. Además de esto (y otras habilidades que iremos descubriendo) contamos con la posibilidad de tener apuntado a un enemigo (Z-Target de toda la vida) y rodar para avanzar más rápido o esquivar ataques. Este movimiento consume una barra verde, por lo que su uso es limitado.
Héroe de verde
Una de las cosas que TUNIC sabe hacer bien es ofrecer opciones de accesibilidad para todo el mundo. Además de los efectos visuales podemos ser “invencibles” si queremos, pero lo más interesante es activar o desactivar el uso de la barra verde para rodar (es decir, rodar sin límite más allá del de reactivación). De esta manera, un título que está planteado como un reto duro (y bastante en ocasiones) se convierte en una experiencia apta para una mayor cantidad de público.
Más allá de lo que nos ofrece de opciones, nos encontramos una aventura isométrica que juega mucho con el ángulo para ocultar pasadizos y secretos, por lo que toda la aventura está pensada para que exploremos con tranquilidad y con dedicación. Esta exploración, que no está guiada en ningún momento, puede suponer un punto muy positivo para los amantes de perderse por el mundo (como eran muchas de las experiencias de antes), pero también puede supone un punto negativo para aquellos que buscan estar un poco más guiados sobre lo que deben de hacer (o tener un camino principal marcado en mente).
El mapa entero está concebido como un gran puzle, y nuestro deber es resolverlo con diferentes objetos que conseguimos. Además, el combate ofrece un reto para muchos jugadores y seguramente muramos alguna vez hasta que nos hagamos a él (o a los trucos necesarios para derrotar a ciertos enemigos). Por su parte, los puntos de guardado son una especie de altares que visitaremos a menudo, pero que al ser activados provocan que los enemigo revivan, algo que ya se ve en otros juegos.
Y no podemos terminar de hablar de TUNIC sin mencionar su estilo artístico. Se ha perdido algo de detalle respecto a otras versiones con alguna caída de frames, algún elemento difuso y menor resolución, pero los polígonos son muy bonitos y la variedad de lugares es interesante (aunque dentro de cada zona la variedad es algo menor). La música sabe crear ese ambiente de exploración que se busca, y lo consigue muy bien, por lo que desde luego en cuanto a atmósfera, el juego cumple muy bien.