Lo que parecía una mezcla entre Akira y No More Heroes (si a la moto le colocamos un rayo tractor como el que usan en Star Trek) ha resultado ser un juego lineal y repetitivo con importantes taras en algo tan esencial en un arcade como es el control. Gripper no es un mal juego, pero tampoco es tan bueno como sus imágenes y vídeos promocionales nos habían hecho creer.
Con menos gancho del esperado
Después de pasar varios años lejos de su planeta, None, nuestro protagonista, el cual recuerda inevitablemente a Travis Touchdown tanto en lo físico como en lo chulesco, vuelve a ver a sus padres tras recibir una carta de su madre advirtiéndole precisamente de que no se acercara a casa. Lo que allí encuentra no es sino un escenario dantesco donde una IA ha tomado forma física y ha acabado con todo cuanto había, menos con Cat-Kit, nuestro gato robótico que nos servirá de consejero y amigo y nos ayudará a acabar con Zero, pues así se llama la inteligencia artificial en forma de cabeza flotante, aunque siempre desde la distancia.
Tras enfrentarnos a Zero, lo único que conseguiremos será acabar medio muertos, pero Cat-Kit conectará nuestro corazón a nuestra moto y nos cambiará alguna parte del cuerpo más, por lo que ya estaremos listos para acabar, ahora sí, primero con los esbirros y luego con el jefazo, porque Gripper es básicamente un boss rush con pequeñas zonas de esquiva en túnel intercaladas, y no sabríamos deciros cuáles de estas mecánicas nos han gustado menos.
Por separado no parecen malas ninguna, pero lo cierto es que ambas son bastante mediocres en su ejecución. Para empezar, lo primero será siempre entrar en esa suerte de túneles medio derruidos en los que tendremos que esquivar obstáculos como columnas, pinchos que brotan de suelo, paredes y techo, etc., etc., y además abrir puertas a base de unos tan simples como permisivos QTE. Divertido a ratos, pero son zonas muy cortas en las que se premiará más el aprendernos dónde va a aparecer el siguiente obstáculo que los reflejos como tal; y el manejo al que le falta velocidad tampoco ayuda. Y cuando acabemos esto saltaremos directos a una arena, ya con control abierto, donde irremediablemente tendremos que echar mano de la mecánica que además da nombre al juego. Agarrar cosas para lanzarlas suena bien, sobre todo si son barriles explosivos, pequeños robots, rocas o partes de los jefes, pero cansa y sobre todo no siempre tendremos los resultados esperados. Es exasperante ver cómo en tu vigésima intentona los robots explosivos siguen pasando por encima de su objetivo, o cómo, aunque lo tenías justo al lado, en vez de agarrar el explosivo has agarrado un trozo de pata inútil que estaba más allá. Aunque la cosa mejora según avanzamos porque hay potenciadores que nos dan la capacidad de saltar con nuestra moto o de colocar minas, entre otros, pero, salvo el salto y los que nos dan vida, se usan poco, básicamente porque casi no influyen en los combates.
Por lo menos cuando funciona en sus mecánicas y le hemos perdonado lo de repetir los enfrentamientos tantas veces y ya no hacemos caso a unos diálogos que volveremos a escuchar a cada nuevo intento, Gripper entretiene, y además entra por los ojos, porque hay que admitir que se ve bien, con un estilo caricaturesco y con personalidad, y también se escucha de fábula; de hecho, la pantalla de inicio ya no avisa de que, con cascos, mejor. Es música synthwave, por lo que tampoco será del agrado de todos, pero qué duda cabe de que le viene como anillo al dedo a lo que vemos en pantalla.
