Si gustas de los plataformas retadores adornados por una apariencia visual estupenda estás de enhorabuena. Si además eres amante de la música orquestal con Symphonia darás saltos de alegría… o ritmo.
Armonía plataformera
Bajo la piel de un violinista debemos salvar al reino que da nombre al juego de una decadencia absoluta. La música es su fuente vital pero los los fundadores que mantenían todo en orden han desaparecido. Con lo puesto, un violín y su arco, saltaremos de aquí para allá recorriendo el reino en busca de nuevos músicos que devuelvan la energía a estas desoladas tierras. Así es como comienza Symphonia, un desafiante plataformas sin enemigos donde el auténtico reto es llegar al final de cada nivel. Su leitmotiv recuerda a otro juegos como Super Meat Boy o Celeste donde morimos una y otra vez en pequeñas secciones de plataformas.
Por suerte desde Sunny Peak se han esforzado en los más importante: ofrecer una jugabilidad que funcione como un reloj suizo. La precisión es crucial para este tipo de propuesta y si además oferta una base con un toque único mejor que mejor. Como decíamos morir será nuestro pan de cada día. Por suerte las secciones son cortas, de unos pocos saltos, y revivir cuestión de tan solo unos instantes, algo que motiva a intentarlo una y otra vez hasta superar el reto. No es ni mucho menos una tarea tan compleja como la de los títulos mentados pero sí lo suficientemente desafiante como para no estar alcance de todos.
Symphonia es un desafiante plataformas sin enemigos donde el auténtico reto es llegar al final de cada nivel tras morir una y otra vez.
Pero como decíamos Symphonia aporta su propio toque jugable. El arco del violín sirve de herramienta para saltar más alto y encadenar botes con el timming correcto al tocar el suelo. Además también podemos clavarlo en superficies rojas desde las cuales impulsarnos para alcanzar lugares más alejados. Estas pueden estar en vertical u horizontal e incluso situadas en plataformas móviles y cada uno permite un ángulo o dirección de salto diferente. Si bien el bueno de Philemon, nuestro violinista, puede saltar de forma convencional, su impulso también es más comedido lo que nos servirá para sortear diferentes tipos de obstáculos.
Si os preguntabais por el violín en sí también tiene su protagonismo. Cierto es que no se utiliza de forma tan rompedora y activa pero con él activaremos mecanismos desde lugares concretos o simplemente hará de teletransporte a un nivel ya visitado de forma inmediata. Porque sí, en Symphonia también hay coleccionables para los más hábiles y es precisamente ahí donde el juego complica más su desafío, siempre sintiéndose factible, pero sí con saltos más delicados que ponen en peligro el caer a los pinchos que suelen rodean los escenarios.
Si jugamos en portátil perdemos cierta información visual.
Cerca de la ovación
Ver los créditos de Symphonia nos llevará entre tres y cuatro horas. Lo bueno es que la experiencia es lo suficientemente satisfactoria como para aceptar su duración pero también es verdad que echamos en falta un mayor clímax ya no sólo al final, si no en ciertos momentos de la aventura. No hacemos más que evadir caídas al vacío, saltar, activar una plataforma móvil y sortear pinchos. No hay momentos que marquen puntos de inflexión ni especialmente recordados. Tenemos un plataformas tan puro que se olvida de ofrecer o generar algo más y quizá es lo que nos deja un mayor vacío tras finalizarlo.
Además de las monedas de cada nivel, hay objetos del escenario cubiertos por una suerte de tinta a limpiar con nuestra música (algo muy difícil de ver en modo portátil) y secciones secretas con unas gemas azules como recompensa. La recolección de estas nos ofrece la posibilidad de desbloquear habilidades adicionales para Philemon como el doble salto o ralentizar el juego. Eso sí, estas se activan desde el menú de pausa siendo más una ayuda para los jugadores que encuentren sus plataformas más complicadas de lo que les gustaría.
Echamos en falta un mayor clímax ya no sólo al final, si no en ciertos momentos de la aventura
Pero si en algo destaca Symphonia en es la parte audiovisual. La riqueza gráfica que destilan sus escenarios, las escenas de corte y las artesanales animaciones del personaje (que recuerdan a Hollow Knight) se completa una banda sonora inspirada en el romanticismo centrada en instrumentos de cuerda y viento. Un relajante compañero de viaje que contrasta con su medida dificultad para ofrecer una experiencia particular y sorprendentemente funcional. No importa caer al vacío y reintentar el salto porque su armoniosa melodía apacigua nuestro enfado para continuar jugando.
Además si completamos el juego el desafío encontrará un nueva dimensión, que sin entrar en detalles, quizá sí haga que nuestro nerviosismo aumente. Symphonia rinde bien en la híbrida. Hay pequeñas caídas de frames o parones puntuales al cargar zonas pero no afectan a la jugabilidad. Lo que peor llevamos es, de forma inevitable, no tener en cuenta el tamaño de la pantalla portátil. Por un lado, como decíamos, por ciertos coleccionables y otras por verse todo demasiado pequeño. Como daño colateral tenemos unos textos que no tienen en cuenta la resolución, pero eso es algo que ya damos por perdido después de tanto tiempo aunque en esta ocasión se cuenten con los dedos de una mano.
La música es el corazón de la aventura, incluso en lo visual.
Versión del juego analizada: 1.0