Tras Crypt of the Necrodancer y Cadence of Hyrule, tocaba un giro nuevo en la franquicia de ritmo indie, y ahora llega Rift of the Necrodancer, que sigue con la música como protagonista (incluso con colaboraciones con Super Meat Boy y Celeste) pero que cambia sustancialmente todo lo demás. Ahora es turno de ver si mantiene la marcha de los anteriores juegos.
Rift of the Necrodancer es un ritmo distinto pero clásico
Imagina Guitar Hero, Rhythm Paradise y Punch Out, y coge un poquito de cada uno (del primero más que del resto). Ahora, traslada mágicamente a Cadence a nuestro mundo y también al necrodancer y a algunas criaturas. Con este mix nace un resultado efectivo y variado que compone el título que nos ocupa. Eso sí, esta mezcla no es simultánea, sino que marca las diferentes actividades rítmicas que se nos proponen.
Pero, como buen juego de ritmo, antes de jugar hemos de calibrar audio, vídeo y aprender lo básico en un tutorial, y todo se nos presenta adecuadamente. Aunque una vez que hemos superado el tutorial básico podemos tirarnos a la piscina sin saber nada más a los diferentes modos de juego disponibles, que principalmente se basan en historia (una sucesión de pruebas con hilo conductor) o la posibilidad de jugar a las diferentes partes del juego por separado.
Por un lado, tenemos las batallas contra jefes, que con un juego de golpear y esquivar siguiendo el ritmo. Por otro, minijuegos en los que hemos de pulsar adecuadamente el botón cuando corresponda. Y, por último y más importante, el modo juego (sí, los otros dos forman parte de unos “extras” que hay que ir desbloqueando para jugar por separado). Esta vertiente nos ofrece temas remix de Crypt of the Necrodancer y otras canciones nuevas que se representan con enemigos cayendo en una secuencia a lo Guitar Hero y con tres botones que pulsar en función del lugar que ocupen (con la posibilidad de pulsar el cuarto para pulsar todos a la vez).
Combates y minijuegos llenos de sonido y color
¿Qué es, entonces, lo que hace especial a este Rift of the Necrodancer si su modo principal, que cuenta con varios niveles de dificultad, es similar a otros clásicos juegos del género? Pues simple: sus enemigos. Los enemigos que bajan tienen patrones de comportamiento y, siguiendo el ritmo y lo visual, hemos de atacarles cuando correspondan. Algunos requieren varios toques, otros se mueven a un ritmo diferente, otros requieren más de un golpe pero cambian de posición, y algunos varían su comportamiento en función de otros enemigos presentes.
Esta dinámica de juego hace que no solo haya que seguir la música, sino también recordar los movimientos de los enemigos y atacar como corresponda. Parece sencillo por la poca cantidad de “teclas” que hay, pero tener en mente varios frentes y el ritmo al mismo tiempo es algo que supone un reto, especialmente en los niveles de dificultad más alto (porque no basta con “pasárselo y mejorar la puntuación”, sino que podemos “morir” si se producen cierto número de fallos sin que nos curemos).
Por suerte, gracias a los niveles de dificultad, la posibilidad de editar la sincronización y ciertas medidas de accesibilidad, todo se vuelve amigable para un mayor espectro de público, y los más acérrimos también tienen su desafío. Es, por tanto, un buen equilibrio cuyo principal problema es que la fórmula no nos convenza o que se nos quede algo corta la experiencia si vamos solo a la historia básica (algo menos de 5 horas).
Sin lugar a dudas, Rift of the Necrodancer es un gran spinoff de uno de los roguelike más populares, con una vertiente interesante y con un aspecto gráfico que sigue evolucionando, esta vez hacia un apartado de animación 2D que le sienta muy bien. Y todo ello acompañado con grandes temazos en buena calidad, compuestos por los veteranos en la franquicia como Danny Baranowsky o Jules Conroy.
Versión del juego analizada: Nintendo Switch (1.2.1)