FEZ es una obra maestra. 9 años después de su estreno inicial podemos aseverarlo sin miedo. Un juego atemporal que, junto a otros pocos, hizo de lo indie un género en sí mismo y formó parte importante del motor de cambio de la industria. Un pequeño que nadó entre grandes y salió airoso y que ahora podemos al fin disfrutar en una consola Nintendo, algo imperativo si no lo has jugado todavía.
Calidad al cubo
FEZ nació como un anhelo de su creador, Phil Fish, de plasmar en un videojuego parte de su personalidad y de cómo se percibe a sí mismo, pero es mucho más. Es un grandísimo puzle en el que hay espacio para puzles más pequeños, plataformas, lenguaje, metalenguaje y demás variedades artísticas. Es un título que aglutinó lo mejor de varios mundos pero lo hizo sin imitar a nadie, de hecho, su autor no había trabajado antes con el pixel art, ni se estilaba esta técnica. En este análisis vamos a explicar cómo se juega pero lo haremos mal, y eso es porque FEZ hay que jugarlo. Sus mecánicas son sencillas, ahora al menos lo vemos así, y os recordarán a otros como Monument Valley o Captain Toad: Treasure Tracker, pero su experiencia va más allá y hay que sumergirse en ella para entenderla, en los conflictos de su creador, en los jeroglíficos que pueblan su mundo, en sus diálogos trascendentales bajo una apariencia intrascendente… en resumen, en su pixelado y único mundo, pues mucho nos tememos no habrá segunda parte pese a las tentativas de ello.
La propuesta inicial de FEZ es, como decíamos, sencilla. En un mundo donde todo es cuadrado, no hay lugar para los cubos y las dos dimensiones son la única realidad conocida, siendo una tercera algo impensable, aunque cierta maestra teoriza sobre ello en una pizarra (uno de los cientos de detalles dentro del propio juego). Sin embargo, todo cambia para Gómez, nuestro protagonista, con la llegada del fez, el sombrero que da nombre al juego y que hace que cambie nuestra forma de entender el mundo, siendo ahora cúbico. Aunque así sea, nosotros seguiremos viéndolo todo en 2D y lo que haremos será rotar el escenario por las 4 caras a las que da lugar el eje Z. Así, lo que antes estaba lejos, ahora estará cerca, lo grande podrá no serlo tanto y los lugares inalcanzables los tendremos ahora a una corta distancia; y viceversa todo, por supuesto.
Una mecánica simple a priori que ya han explotado varios juegos más (ha pasado casi una década) pero que sigue siendo divertida y a veces hasta impresionante, no solo por ese aaaaaaaah que soltaremos al ver cómo ahora sí encaja todo, sino por el efecto tan logrado que aparece al girar a un lado o a otro, pareciendo casi una escena de Matrix por momentos. Puede, no obstante, y a lo mejor es por ser el primero, que esta misma forma de jugar no sea perfecta, como tampoco lo es su curva de dificultad. Al principio, todos los puzles que son de rotar de plano, la gran mayoría, se resuelven prácticamente solos; rota, rota, y si aún no lo tienes, rota otra vez. Como la cámara no se mueve libremente, como sí lo hace por ejemplo en Captain Toad, al final es probar, y como tampoco hay penalizaciones por muerte, seguir probando. Pero según avanzamos y de manera abrupta nos encallaremos y dejaremos de conseguir partes de cubo (el objetivo del juego) y otros coleccionables, que los hay, y nos sentiremos totalmente perdidos. Será entonces cuando descubramos la importancia de su mapa y de unas puertas que comunican estos no del todo bien explicadas ni claras. Un pequeño escollo que salvaremos en el momento en que nuestra mente haga click y entendamos cómo funciona el mapa, momento el cual volveremos a arrancar en nuestra misión de recolección de cubos, algo que completaremos en unas 7 u 8 horas, dependiendo de vuestra habilidad y de lo que tardéis en entender cómo funcionan las comunicaciones entre los distintos mundos. Luego, hay más, como una nueva forma de ver el mundo al empezar una partida nueva que además dará acceso a nuevos puzles, que se sumarán al resto que hay repartidos allá donde miremos. Porque recordemos, FEZ no es un juego de puzles, es un puzle gigantesco que va más allá del propio juego, salpicando todo su maravilloso mundo, precioso a día de hoy y con una música atmosférica de altura, con incontables detalles que, si los sabemos apreciar, harán de esta una magnífica experiencia.