La miniaturas de Games Workshop vuelven a la carga acompañados de píxeles como puños y muchas ganas de divertirnos con acción y sangre a raudales. Warhammer 40,000: Boltgun es un shooter en primera persona que busca florecer nuevamente nuestros recuerdos de la infancia.
Viaje temporal
Hace treinta años no todo el mundo disponía de un ordenador personal en casa. Pero algún amigo o primo afortunado podía fardar, y así lo hacía, de jugar a un título que cambiaría la industria para siempre. Doom llegó para dejar boquiabiertos a todos por su increíble factura técnica, violencia y un diseño de niveles laberíntico y genial a partes iguales. Y es precisamente recordar esos momentos de historia viva de nuestro hobby lo que pretenden desde Arouch Digital en colaboración con Focus Entertainment.
Warhammer 40,000: Boltgun apunta directo a nuestro corazón gamer para hacernos sonreír y disfrutar desde la primera pantalla del juego. Todo nos resulta familiar. Desde el movimiento de la cámara, hasta el tamaño y forma de cada sprite pasando por una música machacona (aunque no tan metalera). La sensación de disparo acompañada por la vibración hace que soltar balas a diestro y siniestro sea un gustazo. Nos sube la adrenalina. Masacrar enemigos en el cuerpo a cuerpo con la motosierra, cual Gears of War, incrementa esa sensación.
Recolectamos vida, escudo, buscamos el mismo tipo de secretos y completamos los niveles con una interfaz que es más que un homenaje al título de iD Software. Y es cuando nos damos cuenta de que estos marines espaciales nos tendrán entretenidos durante muchas horas manteniendo nuestra sonrisa inicial. Aunque quizá, pasados unos niveles, sea sólo un espejismo que se desvanece con el paso del tiempo y la lejanía de ese redescubrimiento que nos transporta a otra época.
La combinación de sprites y modelos 3D funciona muy bien.
Morir de excesos
Las ideas hay que llevarlas a la práctica para poder evaluarlas y es justo en ese punto donde Warhammer 40,000: Boltgun se desinfla. Todo lo hace bien, con toda su alma, pero por el camino se olvida de mantenernos junto a la pantalla más allá de la ilusión. Apuntar en todas las direcciones y tener un control actualizado (sin sensor de movimiento) acorde a los títulos actuales del género ayuda a que su propuesta pueda ser disfrutada por todo el mundo. Y la verticalidad de los niveles hace que no paremos de saltar de un lado a otro mientras disparamos y cambiamos de arma (con cerca de una decena de ellas).
Pero tras los 20-30 minutos de cada nivel donde no hacemos más que eso más que eso sin cesar quedamos agotados y sin energías de seguir jugando para hacer de nuevo lo mismo. El diseño de los mapas queda reducido, a pesar de ser interesante, a activar alguna que otra cerradura para abrir una puerta pero sin hacernos pensar. No contamos con ningún tipo de mapa por lo que os podéis hacer a la idea de lo “enrevesados” que son sus escenarios. Y es así durante unos 25 niveles, o lo que es lo mismo, más de diez horas de juego con disparos, bichos y más bichos.
No es el Doom de 1993 ni lo pretende, pero sí nos traslada hasta él de un modo fantástico.
Warhammer 40,000: Boltgun se ahoga sobre sus propios pilares por no saber soportar el peso de un volumen de juego innecesario a todas luces. Uno que además cuenta con una dificultad desmedida sobre todo en el tercer capítulo (el último tercio de la aventura) que se les va de las manos. Al menos podemos elegir entre 4 dificultades, dos de ellas extremas y la posibilidad de desbloquear todos los niveles para ser jugados desde el inicio… algo que nos hace suponer que esa pesadez jugable es conocida, y reconocida, por los desarrolladores.
Pero no todo es malo ni mucho menos. Lo negativo es ofrecer todo su potencial en unos primeros compases que decaen a medida que pasan las horas. Pero si es algo que no nos importa demasiado y simplemente queréis disparar y reventar enemigos cada vez más poderosos este Boltgun es todo un acierto. Ametralladoras, nuestra inseparable escopeta, rayos láser y otras muchas serán compañeras de un viaje que no deja un segundo de respiro y que nos enamora visualmente a cada paso.
Es curioso como nuestra percepción de jugar cambia con unos gráficos tan austeros puestos en el contexto adecuado. Y a sabiendas de ello incluso se nos permite “romperlos” todavía más incrementando el grado de pixelado de la imagen, o reducirlo con unos mínimos, para sentir todavía más ese aire retro y nostálgico mientras se baña por un aroma actual sin olvidar sus raíces. No es el Doom de 1993 ni lo pretende, pero sí nos traslada hasta él de un modo fantástico.
Lo niveles son verticales y se apoyan en la versatilidad del control.
Versión del juego analizada: 1.0.0.2