No es porque los estudios franceses estén en el candelero de las noticias, pero Bureau81, con The Operator, bien merecería parte de esa atención mediática para desenmarañar lo que ocultan los casos criminalísticos en los que participamos.
Sin levantarse de la silla
En The Operator tomamos el papel de Evan Tanner, un recién llegado al FDI (Federal Department of Intelligence), para dar soporte a los compañeros de a pie desde nuestro escritorio. Nada de correr, disparar o interrogar sospechosos cara a cara: aquí todo se resuelve frente a un monitor, usando bases de datos, herramientas digitales y, sobre todo, observación. Lo interesante de la propuesta es que el juego no pretende más de lo que ofrece: una experiencia narrativa interactiva donde el jugador resuelve puzles a base de lógica y deducción. Cada caso es una pequeña cápsula de misterio, conectada por un trasfondo que invita a pensar más allá del puzle.
Quizá la peor parte de The Operator es precisamente lo que lo hace tan interesante. La construcción de su mundo y de su herramienta de trabajo no es más que una apariencia vacía. Por mucho que descubras, el juego simplemente lo ignora. Las conspiraciones, relaciones entre casos y documentos que podrían dar pie a algo más profundo no sirven de nada si el juego no lo quiere. Hay un único camino que funciona muy bien en base a minijuegos, pero no premia el ir más allá. Aun así, convence más de lo que parece gracias a su original planteamiento seas o no seguidor de este tipo de aventuras.
Basta con señalar el elemento que soluciona el puzle para avanzar.
Un vídeo sobre el que debemos buscar pistas para identificar al asesino y localizarlo, ya sea introduciendo su nombre en la base de datos o consultando los documentos disponibles en el caso. The Operator también incluye un sistema de pistas que resulta útil si no sabemos por dónde continuar, pero en la práctica todo está diseñado para que el jugador no se atasque. Al final, el juego de Bureau81 quiere contarnos una historia, y su sistema de avance es más una simulación narrativa que un verdadero reto detectivesco en el que pasemos horas resolviendo cada detalle del caso.
Ideal para el bolsillo
Nintendo Switch es una plataforma cómoda para jugar, y este tipo de propuestas encajan como un guante con la filosofía híbrida. Avanzar en un caso mientras viajas, jugar una sesión rápida en la cama… Todo fluye. Sin embargo, sorprende que no se haya adaptado al control táctil, especialmente en modo portátil. Es una oportunidad desaprovechada, porque el juego pide a gritos un control más natural, más de “toquetear” la interfaz.
Puede abrumar todo lo que vemos en pantalla, pero todo resulta muy intuitivo.
Visualmente, el juego se presenta con una estética de sistema operativo retro que resulta efectiva y coherente. No hay alardes gráficos, pero no los necesita. Además el diseño sonoro cumple con creces: todo ayuda a reforzar la ambientación. La música, discreta pero tensa cuando lo necesita, mantiene la tensión narrativa y las voces en inglés nos sumergen de lleno en las llamadas con agentes o supervisores para hacer creíble todo lo que nos rodea.
The Operator dura apenas tres horas, algo que, dada su variedad de situaciones, podría haber dado un poco más de sí. Por suerte, el final, a pesar de quedar completamente abierto para una secuela (o simplemente para dar que pensar sobre lo acontecido), nos deja muy buen sabor de boca. Es breve, sí, pero sabe cuándo terminar y llega en la lengua de Cervantes para que nadie busque excusas de jugarlo.
El juego viene en perfecto castellano.
Versión del juego analizada: Nintendo Switch (2.0)