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Dead Cells

Tras caer rodando como una masa viscosa por una tubería renacemos con forma humana para recorrer los escenarios de un castillo donde algo ha pasado, pero no sabemos exactamente el qué. Dead Cells es un juego de plataformas en 2D donde recorremos laberintos aleatorios que cambian cada vez que comenzamos una nueva partida y en el que es posible elegir varias rutas hasta llegar al enemigo final.

Fácil no es la palabra

Quien busque un juego sencillo, donde todo se nos dé muy mascado y podamos guardar tranquilamente sabiendo que cada vez estamos más cerca del final no debe jugar a Dead Cells, pues «fácil» no es una palabra que utilizaría para definirlo. Ahora bien, divertido y adictivo, sí. Tras resucitar misteriosamente, nos encontramos solos en las celdas de un castillo y no nos queda otro remedio que ir avanzando. Para conocer los acontecimientos tendremos que ir investigando por el castillo y atando cabos gracias a un especie de paradas donde el protagonista se pone a investigar, siempre narrándolo todo con cierta comicidad.

Es inevitable recordar otros títulos como Castlevania o Dark Souls cuando jugamos a Dead Cells, pues la estética del castillo y de los enemigos, así como la facilidad para morir (otra vez) nos lleva a ello. No hay un nivel al que lleguemos y que se mantenga una vez hayamos muerto, sino que cada vez que empezamos los hacemos desde cero, en el primer nivel, con la mínima vida y los parámetros iniciales. Las mejoras se encuentran a lo largo del camino, en unos pergaminos que encontramos.

Células que dan fuerza

En ellos podemos elegir mejorar uno de los tres parámetros: brutalidad, tácticas o supervivencia. Cada uno tiene asociado un color y se potenciará la fuerza de las armas asociadas a este, así como también aumentará la barra de vida. Es importante recogerlos todos en cada escenario para poder potenciar al máximo nuestra salud y nuestra fuerza, para poder plantarle cara a los enemigos, los cuales se van haciendo cada vez más fuertes. Hay que llevar cuidado porque entre los enemigos están los llamados «élite», con una fuerza devastadora, pero que nos otorgan mejores recompensas, eso sí.

No obstante, cada vez que iniciamos la partida empieza a correr un cronómetro que controla el tiempo que llevamos jugando y que va asociado a unas puertas con temporizador que sólo podremos abrir si estamos dentro del tiempo. Debemos elegir si queremos recorrer todo el nivel o abrir la puerta, la cual no llevará directos a un botín muy especial formado por un pergamino, dinero y algo que es primordial en Dead Cells: las células.

Si bien es cierto que empezamos de cero cuando morimos, hay algo que sí se mantiene y son las mejoras y las armas que nos da El Coleccionista. Este personaje nos permite desbloquear armas cada vez más letales y obtener mejoras permanentes como un frasco para recuperar la salud, la habilidad de convertir las armas que no queramos en dinero o bolsas para que cuando nos eliminen no perdamos nuestras ganancias. Las armas las encontramos en las tiendas de los niveles o sueltas por los laberintos. Las hay de todo tipo y muy numerosas, mágicas o físicas, todas tienen unas características propias que las hacen únicas, así que esta en nuestra elección jugar con nuestras preferidas.

Cuidado no las pierdas

Ahora viene la mala noticia, y es que si nos derrotan perderemos todas las células que hayamos conseguido. Es por ello por lo que es importante llegar hasta El Coleccionista sano y salvo. Accedemos a su habitación al final de cada nivel, en una especie de sala de descanso donde le damos las células para que estén a buen recaudo al mismo tiempo que recuperamos la vida, mejoramos las armas que tenemos equipadas y obtenemos mutaciones, unas habilidades que se pueden elegir y combinar, como la reducción del tiempo de recarga de munición, mayor ataque, la posibilidad de revivir si nos matan… Bueno, mejor dicho de «re-revivir».

Finalmente, para cerrar el círculo de las mejoras permanentes, encontramos las runas. Gracias a estas piedras obtenidas al derrotar a los jefes podemos conseguir habilidades que nos permiten avanzar en el juego y descubrir nuevas rutas. Es importante mencionar que los niveles se construyen de forma aleatoria con cada comienzo, de modo que no podemos memorizar el camino para agilizar el juego. Lo que sí que se mantienen son una serie de obstáculos que bloquean el paso a ciertos escenarios y los cuales sólo se pueden superar con las runas, como enredaderas que hay que hacer crecer, paredes por las que trepar, suelos que romper… Una de las runas, además, es la que nos abre la puerta a los desafíos diarios, donde batirnos a contrarreloj en un escenario plagado de enemigos.

En conclusión, Dead Cells es uno de esos juegos en los que uno puede medir su nivel de maestría gamer y ponerse a prueba; no hay trucos para ello, sólo nuestra habilidad. Hay que conocer al milímetro los movimientos del enemigo y dominar los nuestros. El hecho de que el juego esté en castellano es un punto positivo, pues cada arma es un mundo y tiene muchos detalles que hay que comprender bien para poder manejarlas, así como para realizar las mejoras oportunas para tener un arsenal variado. Por último, el precio es adecuado al contenido del juego, pues si bien la aventura nos resulta un tanto difícil, pagar por ello es, al menos, un poco más fácil.

 

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