Wolfenstein II: The New Colossus sorprendió a propios y extraños al traer un shooter en primera persona para un jugador en un mundo donde el multijugador es la norma. La jugada salió bien, muy bien, y mejor nos pareció que Panic Button metiera tal portento gráfico en Nintendo Switch. Ahora se repite la jugada con Wolfenstein: Youngblood, aunque está pensado para jugarse a dobles y eso le hace quedar un poco en tierra de nadie.
Hostias a pares
Casi 20 años han pasado desde que William Joseph “B.J.” Blazkowicz acabara con los planes de Frau Engel, pero eso no detuvo al régimen nazi, por lo que la resistencia siguió con su guerra de guerrillas aquí y allá. Ahora estamos en 1980 y el bueno de Terror Billy ha desaparecido, por lo que nos tocará a nosotras, sus hijas, dar con su paradero, el cual parece darse en Neu-París, la capital francesa que ahora es más bien un campo de batalla.
Nuestros padres nos han enseñado bien a ambas, por lo que dará igual qué hermana salte al frente. Wolfenstein: Youngblood quiere que juguemos acompañados y para no hacer distinciones de quién lleva a quién ha tomado la decisión de que tanto Jess como Soph tengan los mismos atributos, relegando las diferencias a la pura estética, o lo que es lo mismo, a elegir si queremos ser rubia o morena. Para que se dé esta condición, Bethesda, editores del título, han tenido a bien primero sacar el juego a precio reducido y luego traerlo en una edición especial (ligeramente más cara) que permite invitar a quien sea a jugar en línea sin que tenga copia del juego, todo un acierto.
Estamos así pues ya ante la primera gran diferencia respecto a su predecesor, una entrega, la anterior, de la que este juego toma multitud de elementos en cuanto a diseño de armas y enemigos y también en lo referente a su jugabilidad, calcada, solo que ahora tiene un ligero toque RPG que le queda bien pero que no acaba de convencernos al jugar online con gente con menos horas frente al juego. Este se basa en subidas de nivel, a más enemigos muertos, más puntos, los cuales podremos usar para mejorar las armas o para adquirir habilidades nuevas, algunas heredadas de nuestro padre.
La hermana que no manejemos también mejorará si jugamos solos, aunque no es lo más recomendable. De todas formas, la IA compañera es buena e incluso podemos darle alguna pequeña orden como que se centre en un enemigo en particular. También podemos, mediante una habilidad especial, animar a nuestra hermana (y ella a nosotros) haciendo así que recupere salud o escudo, e incluso si caemos en combate dispondremos de unos segundos para reanimar a Jess o Soph. Esto, que puede parecer un buen añadido, resulta realmente en que haya enemigos que resistan más de lo debido o en que no haya todos los botiquines que se necesitarían, por lo que “morir” no será nada raro, especialmente en los niveles más altos. Si jugamos con otro humano es más fácil que embosquemos a un enemigo y apenas perdamos vida, en cambio con la CPU… Por cierto, Wolfenstein: Youngblood tiene chat de voz de forma nativa en Nintendo Switch y para acceder a él tan solo hay que acoplar un headset a la consola.
Disparar en conjunto es en lo poco que hay que colaborar, desgraciadamente, ya que para que tanto a un jugador como a dobles fuera divertido y posible de jugar, MachineGames ha tenido que sacrificar los posibles puzles que os imaginéis para resolver cooperando. Como mucho tendremos que tirar de dos palancas a la vez, toda una oportunidad perdida.
Donde sí ha mejorado respecto a su predecesor es en las verticales y en los caminos alternativos. Se nota mucho la mano de Arkane Studios, los padres de Dishonored, especialistas en este tipo de lides, como bien nos han demostrado en más de una ocasión. Gracias a ello no se hará demasiado pesado (un poco sí) recorrer las calles de Neu-París, y es que ahora esta ciudad será donde pasemos la absoluta gran mayoría de nuestro tiempo. Wolfenstein II: The New Colossus era variado, Youngblood no. Solo algún pequeño complejo, las catacumbas (iguales entre sí) y las calles de esta otrora bonita urbe. De hecho, en 20 años tampoco las tropas nazis se han modernizado demasiado, ni sus armas, casi todas recicladas.
Por fortuna, esta pérdida de variedad ha venido acompañada de una pérdida en la linealidad, pudiendo elegir ahora qué objetivo queremos cumplir primero. Las misiones se engloban, básicamente, en secundarias y principales, aunque también hay retos diarios, semanales… Las principales son pocas y difíciles, de ahí que el jugo esté en sus secundarias. Robar unos planos, sabotear un terminal, liberar a unos rehenes… Cualquier misión es buena si sirve para ayudar a la resistencia y a que subamos de nivel; de hecho, hay algunas que no son recomendadas hasta que adquiráis cierta experiencia. Habrá veces incluso en las que os salte una conversación por radio y os pida algo más ya en mitad de la misión, como poner un micrófono aprovechando que estamos cerca de una sala de reunión. Bien por esta parte, aunque mal que el juego no nos avise de que estamos incluso en una habitación donde, si no marcamos que queremos hacer esa misión en concreto, esta no nos salte. Ya podemos estar frente al arma a robar, por ejemplo, que si lo que hemos marcado es acabar con un general, ni sabremos que hemos pasado a centímetros de completar otro encargo.
Baja en carisma, sube en lo técnico
Además de estas cuestiones, las hijas de William Blazkowicz no son su padre, de hecho, parece que en el estudio no han sabido muy bien qué personalidad darles. ¿Por qué sufre Soph al principio por matar a un nazi y 20 segundos después está masacrando a todo un batallón? ¿Están locas o siguen siendo unas niñas? Una polaridad que, bien llevada, conformaría personalidades interesantísimas pero que aquí se han disuelto tras los compases iniciales. Y lo mismo podríamos decir para el nuevo núcleo de la resistencia, que palidece en carisma tanto de forma grupal como individualmente frente a los compañeros de nuestra anterior aventura. Claro, que buena parte de culpa de que esto suceda es de su esquema de misiones abierto, no pudiendo profundizar en su historia y haciendo que no haya personajes clave porque tampoco hay momentos clave (al menos no hasta casi el final).
En cuanto a los aspectos técnicos y artísticos, Wolfenstein: Youngblood mantiene el tipo en sus cañeras melodías aunque también ahora parecen haberse suavizado, y cuenta con un doblaje al español de altura, de hecho, puede que el padre y la madre de las niñas sean los que peor factura tienen (y arrastran desde The New Colossus).
Visualmente repite el milagro visto hace algo más de un año, aunque los trucos que utiliza, como las cargas de texturas o el reducir ciertos efectos con respecto a otras máquinas, no pasan desapercibidos algunas veces. Eso no quita para que impresione, sobre todo en portátil, aunque jugando así todo se verá más borroso. Y si en algo ha mejorado esta secuela a su predecesor es en la parte artística; Neu-París es preciosa y las pocas ocasiones que variamos de mapa, sorprenden igualmente. También cuenta con más coleccionables que nunca, todo un reto para los más completistas.
En definitiva, un juego de acción con una factura técnica soberbia pero que, al estar pensado para jugarse a dobles, pierde parte de su fuerza. No es solo que quien entre a nuestra partida lo haga en unas condiciones diferentes a las nuestras, es que para poder hacer que entre quien quiera cuando quiera, se ha tenido que optar por un sistema de misiones más abierto, lo que ha restado enteros al guion. Sin embargo, jugablemente sigue siendo una roca, aunque quizás haya reciclado demasiado. Claro que no deja de ser una suerte de secuela/spin-off y además a precio reducido.