Deportivos, altas velocidades, pixel art con un esqueleto tridimensional, alma arcade y música ochentera. ¿Qué puede salir mal? Este nuevo título de conducción es ideal para los que quieran recordar aquellos días donde las máquinas arcade eran envidiadas por todos.
Tan sólo escuchar el nombre de Yu Suzuki evoca grandes recuerdos para los interesados en el ocio electrónico, muchos de ellos asociados a momentos revolucionarios y perennes a lo largo del tiempo. Una de estas gratas memorias vienen dadas por su maravilloso OutRun de un ya lejano 1986 y es precisamente lo que Slipstream pretende rememorar.
Simple y efectivo
La fórmula es sencilla: conducir nuestro coche a toda velocidad para cruzar el país en tiempo récord. Por el camino podremos decidir qué desvío tomar tras superar una zona haciendo que nuestro recorrido sea diferente cada vez visitando así una nueva zona del país.
Para superar cada zona, en lugar de competir contra el tiempo, lo hacemos contra un rival que nos soltará de paso diferentes comentarios en forma de texto al adelantarlo, chocarnos o cualquier otro imprevisto que afecte a la carrera. Y es que además de competir contra él, no nos queda otra que esquivar el tráfico de cada zona además de los obstáculos laterales que harán que perdamos unos valiosos segundos e incluso acabemos dando vueltas de campana.
Por suerte, si esto ocurre podemos rebobinar la acción, cual Forza Horizon, para volver atrás hasta 5 segundos e intentar evitar lo sucedido. Todo vistiéndose con efectos propios de una cinta VHS de lo más pintones.
No tenemos nitro pero sí una mecánica muy interesante que es el conocido rebufo, permitiéndonos rellenar la palabra que da nombre al juego, Slipstream, al colocamos un par de segundos tras un vehículo permitiéndonos así tomar un pequeño acelerón.
El derrape es la otra gran técnica a dominar ya que sin ella será imposible tomar todas las curvas y alzarnos con la victoria.
Derrapar, esquivar el tráfico y rebobinar si es necesario para llegar lo antes posible a la meta
Lacras de su época
Todo esto pinta maravilloso pero hay que tener en cuenta que desde que su base jugable se instauró han pasado la friolera de…unas cuantas décadas.
Es inevitablemente algo que condiciona el disfrute con su arcaico sistema de control, una visibilidad limitada en las curvas con la consecuente baja visibilidad y maniobra en muchos circuitos sin olvidar la excesiva penalización al jugador si nos chocarnos o sufrimos un accidente.
Esta alta exigencia penaliza también el tiempo de vida útil del juego que intenta ser mayor ofreciendo diferentes modalidades de juego bajo una premisa similar.
El mencionado Grand Tour deja alternativas como la autoexplicativa Single Race donde podemos elegir circuito. El clásico torneo de varias carreras recibe el nombre de Grand Prix, donde tenemos la opción de optar por coches custom, permitiendo tras cada carrera gastar el dinero obtenido por nuestra posición en mejoras del vehículo en lugar de contar con las de los vehículos por defecto.
Mientras Battle Royale y Cannonball son alternativas donde enfrentarnos a otros rivales en una suerte de supervivencia y resistencia respectivamente. Por último, completando todos los modos para un jugador encontramos un Time Trial muy de agradecer.
Si esto no fuera suficiente Slipstream permite que hasta 4 jugadores se enfrenten localmente en varias de las modalidades mencionadas. Todo un acierto sin perder un ápice de calidad.
Su mecánica ochentera es su atractivo y mayor lacra al mismo tiempo
El amor a los 80
Como decíamos al inicio, el amor puesto en cada uno de sus vehículos pixelados, con la repetición de elementos constante del escenario dejándolos atrás en un abrir y cerrar de ojos no deja de ser de lo más absorbente por muchos años que pasen.
Además, su inspirador aire retro desde los menús iniciales hasta la forma de representar los rewinds y las transiciones a las carreras (con un claro homenaje a la serie Sonic) se ve potenciado por el uso de las 3D en el terreno, ofreciendo desniveles y haciendo todo mucho más frenético. Y es que la sensación de velocidad es uno de sus mayores atractivos viéndose reforzado por un sútil pero espectacular giro de cámara al tomar las curvas.
La música no podía ser menos y su synthwave funciona a las mil maravillas pudiendo, como en OutRun, elegir la melodía que nos acompañe en los trayectos.
Hemos disfrutado de Slipstream en inglés pero el parche disponible el día de lanzamiento incluye el castellano entre los nuevos idiomas disponibles.