Un nuevo juego de puzzles equivale, al menos, a una nueva sonrisa pensando que el género sobrevive al paso del tiempo y de formas cada vez más originales. Harmony’s Odyssey nos pone en la piel de una joven bruja que parte en la búsqueda de su huidizo gato en un mundo repleto de color.
¡A poner orden se ha dicho!
A través de diferentes escenarios presentados en forma de dioramas nos toca ordenar las cuadradas casillas que los componen y que Harmony ha desordenado para que su felino amigo no escape. Tan sencillo como tocar dos de ellas para intercambiar su posición hasta conseguir reordenar todas las piezas.
En modo portátil se hace muy ameno resolver los puzles tocando las piezas.
A pesar de su simpleza se torna complejo por la cantidad de información visual que compone cada casilla exigiéndonos girar, observar y hacer zoom para detectar qué partes deben ir conectadas. Esto es también uno de sus mayores problemas puesto que un título aparentemente ligero se torna quizá algo complejo por todo ese ruido en pantalla.
Uno de esos casos en los que añoramos aquel olvidado efecto 3D de la anterior portátil de Nintendo que tanto ayudaba a ubicarnos espacialmente como ocurría, por ejemplo, en Pullblox. Harmony’s Odyssey vería favorecida su jugabilidad ayudando al usuario a diferenciar mejor sus formas, colores y tamaños en lugar de obviar completamente la profundidad como ocurre ahora por el cromatismo empleado.
Su cálido aspecto visual nos enamora desde el primer instante y querríamos verlo en más de un título
Por fortuna su cálido aspecto visual nos enamora desde el primer instante, con formas rotas e irregulares acompañadas de tonos y degradados pastel que bien querríamos ver en más de un título. A esto se suma un derroche de creatividad en personajes y situaciones que son un placer observar aunque pasan algo desapercibidas, de nuevo, por el excesivo detalle en cada pantalla.
Contamos con tres modos de dificultad para todo tipo de jugadores, pero en cualquiera de ellos el desequilibrio en la distribución de sus puzles hará que echemos en falta una mayor progresión jugable durante las dos o tres horas que nos mantendrá frente a la pantalla.
De vez en cuando se nos presentan otras pruebas que poco tienen que ver con mover piezas.
Abracadabra,¡la hora del minijuego!
Quizá a sabiendas de su poca profundidad, en Harmony’s Odyssey, algunos de los dioramas nos enfrentarán a otras variadas situaciones aunque tampoco terminen de destacar. Esto le convierte en una propuesta de puzles con pequeños minijuegos, bajo una premisa calmada, que no terminan de encajar como el resto de piezas.
Unos pocos dioramas nos harán buscar las diferencias entre ellos, otros unos objetos repartidos por los mismos mientras que la alternativa más frecuente nos propone una suerte de Pac-Man de lo más pausado. Su disparidad, intercalada de forma totalmente aleatoria, nos deja un sabor de boca agridulce que ni cumple ni deja de hacerlo.
Sus puzles se intercalan con otras variadas situaciones aunque tampoco terminan de destacar
La adición del modo multijugador tampoco le hace perdurar en el tiempo, pues más allá de cooperar para resolver sus dioramas, solo obtendremos algo de reto en los escasos niveles que proponen buscar las diferencias antes que nuestro compañero. Aunque, eso sí, siempre es de agradecer poder compartir su experiencia junto a alguien más.
Los puzles finales no son más complejos que los iniciales.