El renacer de DOOM que comenzó en 2016 (más tarde en Switch) llega a su fin y de qué manera. DOOM Eternal cierra un ciclo que ha durado un lustro con The Ancient Gods, segunda parte, la otra mitad de un DLC que vino como el típico más y mejor pero que no ha sido hasta ahora donde realmente ha cumplido esa premisa.
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Tras los acontecimientos de la parte anterior donde devolvíamos su forma física al Padre celestial en una excusa tan vaga como válida para volver a liarnos a tiros, ahora toca hacer lo propio con nada más y nada menos que el Señor Oscuro para, ahora sí, ser nosotros mismos quienes nos ocupemos de él de una vez y para siempre.
Con una introducción así, está claro que para poder jugar a este The Ancient Gods, segunda parte es necesario haber completado antes el capítulo anterior, y como ya os dijimos en su día en el análisis de la primera parte, aunque la expansión pueda adquirirse y jugarse de manera independiente, es más que recomendable haber acabado primero DOOM Eternal. No solo a nivel de historia, que la hay aunque sin llegar a la de otros FPS, sino a nivel de mecánicas, ya que, como también ocurriera con su otra mitad, aquí se asume que sabemos jugar, por lo que preparaos para la que viene.
The Ancient Gods, segunda parte recupera el frenetismo visto en la parte anterior, empezando arriba directamente, pero lo hace habiendo escuchado a unos usuarios que se quejaron de la pérdida en la exploración y de la ausencia de novedades en armas, sobre todo, y enemigos, algo menos. Ahora un pilar que hizo grande a DOOM Eternal como fue el perdernos en busca de mejoras regresa añadiendo una funcionalidad a un gancho que al fin sirve para algo más que para agarrar demonios a distancia. Además se premiará el perdernos con los llamados encuentros de escalada, que pese a lo que su nombre pueda inducirnos a pensar no son sino arenas de creciente dificultad en las que ganar mejoras para un arma que desde este momento debe considerarse como icónica en la saga: el martillo de Centinela.
Este poderoso martillo será una pieza clave a lo largo de las aproximadamente 5 horas que nos dure la aventura, necesario incluso para acabar con una nueva clase de enemigos acorazados que se unirán a viejos conocidos y a otros nuevos y puñeteros como los que nos drenarán la vida y no cesarán de hacerlo hasta haber acabado con ellos. Incorporaciones estas y otras que agradecemos y que vienen a unirse una vez más a sutiles cambios de diseño o vestuario de bestias y demonios ya vistas en DOOM Eternal e incluso en juegos anteriores.
Por supuesto y como ya sabréis por los análisis anteriores, en la parte técnica poco hay que objetar, evidentemente teniendo en cuenta el hardware sobre el que corre. No parece que se haya tocado nada aquí, por lo que seguiremos impresionándonos con lo que vemos, aunque corra a 30 frames por segundo y con cierta borrosidad, algo que solo apreciaremos y muy poco cuando juguemos en el televisor. Como siempre, la banda sonora es cañera y los efectos de sonido continuos, sangrientos y brutales, y no os olvidéis de jugar con mando pro, si podéis, los Joy-Con pueden sufrir aquí.
Al final, The Ancient Gods, segunda parte ha sabido cerrar de buena manera la historia de Doom Slayer (sí, la cierra, en principio) y además ha sabido para demostrar que en id Software nos escuchan, y también que saben hacer juegos muy difíciles, de hecho, lo es todavía más que la parte anterior. Un desafío que aceptamos gustosos y donde solo podemos quejarnos de una pelea final no a la altura del resto del pase de expansión y de la falta de variedad de escenarios general.
