La importancia del ritmo y lo melódico es indiscutiblemente importante en nuestras vidas, pero dada su complejidad no son muchos los videojuegos que se atrevan a que su leitmotiv lo sea. Sonority plantea una aventura en tercera persona donde resolver rompecabezas a base de notas musicales. Ahora falta saber si conseguirá mantener el ritmo…
La importancia del orden
Esther es una joven que parte en busca de una melodía capaz de sanar enfermedades. Con su flauta de pan y la intención de salvar a un amigo enfermo se atreve a recorrer unas antiguas ruinas donde la única forma de avanzar a través de ellas es colocando notas musicales en el orden correcto y así activar antiguos mecanismos. Todos y cada uno de los puzles se estructuran del mismo modo: una serie de tótems donde tocar/colocar las notas y un interruptor que activa la secuencia sonora que mueve los elementos del escenario.
El orden importa. Una secuencia melódica ascendente eleva los bloques, mientras que una descendente los hace bajar. Con esto jugaremos de forma constante para nivelar, por ejemplo, superficies que nos permitan cruzar una zona inaccesible. Además, cuanta mayor lejanía haya entre las notas en la escala musical en esa secuencia, dichos elementos se desplazarán en mayor menor medida. Esto de forma inevitable acaba resultando en un ensayo y error de 2-3 horas hasta completar el juego. Algo que no será del agrado de todos.
Y es que, tras unos pocos puzles intuimos el desarrollo de Sonority en su totalidad viendo como incrementa su complejidad en función de las notas que tengamos a nuestra disposición. Porque al principio, y de forma no demasiado clara, adquirimos una única nota con la que resolver algún acertijo. Es así, como a medida que exploramos las ruinas obtenemos nuevas notas para enfrentarnos a puzles que muchas veces se combinan entre sí pero en lo que únicamente importa el orden de las notas (o números si optamos por una opción de lectura distinta).
Como os podéis imaginar esto hace que toda esa sinergia musical que se presupone por su concepto quede opacada a un simple orden de elementos. No hay nada en los puzles que nos inspire armónicamente en su resolución, y además resultar demasiado lento, lo convierte no muy tarde en una propuesta demasiado comedida. Sí, tenemos unas ruinas por las que movernos de sala en sala para descubrir antiguos escritos y pinturas gracias también a una serie de coleccionables que nos permiten descubrir para ellos. Pero a fin de cuentas Sonority es puramente un juego que enlaza un puzle con otro hasta llegar al último.
Y es curiosamente en su parte sonora donde menos destaca. Una ambiental melodía se deja escuchar mientras jugamos, y las notas, como decíamos, únicamente sirven como acompañante visual en la resolución de cada problemática. Sí es cierto, que sin destacar, su apariencia visual sabe acompañar, del mismo modo que lo hace un mapache parlanchín para darle algo de narrativa a todo esto aunque sin mucha gracia.