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State of Mind

Los amantes de la ciencia ficción llevan un tiempo de enhorabuena, sobre todo si nos centramos en el cyberpunk. Con el título de CD Projekt dando muchísimo que hablar y la vuelta de sagas como Blade Runner a la gran pantalla, es lógico recordar que las modas siempre vuelven. Aunque espero que los pantalones de campana se queden bien lejos. ¿Recordáis Deponia? Pues olvidad todo lo que sabéis del título, ya que esta vez Daedalic Entertainment ha dejado el 2D y el Point & Click para probar suerte en las narrativas visuales en 3D, con un estilo low poly que, personalmente, me encanta. State of Mind es la chica guapa del baile de fin de curso en un instituto de poca monta norteamericano que por dentro es una creída y merece quedarse apoyada en la pared mientras el resto se divierte, pero que atrae inevitablemente la mirada de la gran mayoría de personas allí presentes y que no van a fijarse en su personalidad. Vamos, que State of Mind está muy bien para ponértelo de fondo de pantalla, pero poco más. Entremos ahora en detalles y si realmente merece la pena este título de Nintendo Switch.

Amor propio, sí. Egocentrismo, no

Igual que las personas, cualquier tipo de obra debe comenzar por conocerse a sí misma. Sus puntos positivos, sus características más fuertes y, por supuesto, sus debilidades. Los hamburgueses se estrenan en este tipo de juegos con State of Mind, y obviamente eso va a repercutir inevitablemente en el esfuerzo necesario para alcanzar la misma calidad de lo que ya hacen con los ojos cerrados, y no han sabido entenderlo a tiempo. Veamos primero qué nos presenta el título y luego comentamos por qué es tan importante conocerse a uno mismo.

Richard Nolan es un periodista que ha perdido la memoria tras un accidente, y es lo primero que conocemos de State of Mind al comenzar una nueva partida. Nos situamos en una distópica Berlín de 2048 plagada de las tópicas sociedades tremendamente asquerosas del cyberpunk, donde el poder reside en manos de unas pocas personas, la corrupción está a la orden del día, la gente es engañada para pensar que así son felices y absolutamente todo es un caos. ¿Seguro que esto es ciencia ficción?

El caso, entre coches voladores y robots trabajando como esclavos para los humanos, resulta que la mujer de Richard ha desaparecido con su hijo, y debemos hacer cualquier cosa para encontrarles. Resumamos hasta aquí, por si alguno se ha perdido en esta introducción. El protagonista, del cual hace 20 segundos que conocemos su nombre y ya ha despotricado unas cinco veces sobre su mujer, su vida y la sociedad, resulta que tiene miedo de quedarse solo y es el primero en utilizar la tecnología que tantísimo critica en su polémica columna para lograr su objetivo. Nolan, compañero, acabas de tener un accidente y tu mujer ha decidido fugarse antes que ir a verte al hospital, ¿tengo que explicarte por qué o entre grito y queja eres capaz de darte cuenta tú solito? Al mismo tiempo, cabe destacar que no es el único personaje jugable, y al principio del título se nos presenta también a Adam Newman, aunque esto os lo dejo por si alguien quiere disfrutarlo por su cuenta.

Bien. Con una falta total de empatía por parte del jugador, diversos temas se van presentando a lo largo de la trama, más o menos interesantes. La inmortalidad, el transhumanismo o la tan deseada y soñada nueva sociedad en Marte son algunos de los ejemplos más persistentes y constantes. Con un guion más o menos obvio y predecible, State of Mind nos propone, a lo largo de unas doce horas, un universo completamente sumido en la oscuridad donde las esperanzas desaparecieron hace demasiado tiempo. Personajes muertos por dentro y completamente inconscientes de su propio estado, barrios peligrosos llenos de delincuencia, propaganda sobre el génesis en el planeta rojo y prostitución entre robots y humanos. Tampoco está tan mal.

¿Cuál es el problema, entonces? Sobre el papel, State of Mind es una fórmula que, si bien no aporta nada nuevo al género, podría funcionar, si no fuera por el desconocimiento que tiene de sí mismo. Mirad, Daedalic Entertainment está acostumbrada a contar historias de una forma más básica a nivel técnico. Esta vez han querido apostar por un mundo más interactivo y en tres dimensiones, y su falta de experiencia les ha afectado más de lo que parecían creer. Con más recursos invertidos en lo técnico, es lógico que todo sufra un ligero recorte para adaptarse a la nueva forma de interacción que querían crear, pero igualmente los alemanes creían disponer de más recursos para la elaboración del guion, y no ha sido así. Se nota a leguas dónde querían llegar, y probablemente lo hubieran conseguido de seguir en su línea, pero querer innovar les ha hecho más mal que bien, dejándoles con un planteamiento más que interesante que se va cayendo por su propio peso con cada hora que pasa. Una lástima, la verdad.

Errores de novato

El estilo low poly de State of Mind junto a las características más conocidas del cyberpunk, crean una mezcla que fusiona elementos futuristas con un apartado artístico más poligonal, recordando a los modelados de generaciones anteriores. Una aleación que resulta en ciudades llamativas, personajes interesantes y detalles imperceptibles. ¿Merece la pena un paisaje minimalista con todas esas aristas a cambio de perder delicadeza en los planos más cercanos? En el caso de esta distopía, sí. Sin duda alguna.

La banda sonora, mejor o peor escogida, depende mucho de cómo os lo queráis tomar. Podéis querer disfrutar del título algo más calmados, leyendo toda la información presente en los escenarios; o podéis buscar acción en este mundo en ruinas que se cae a pedazos. Depende qué respuesta escojáis, la banda sonora os acompañará mejor o peor. El juego está doblado a inglés, pero dispone de subtítulos en nuestro idioma, así que no vais a tener ningún problema para entender todas las conversaciones. Y hay muchas, ya os aviso.

Quizás el apartado más flojo son los controles, donde el movimiento se nota demasiado artificial y la falta de experiencia pasa factura. El stick es impreciso, y ya no hablamos de cuando queremos girar mientras corremos. Una vuelta más de tuercas le habría sentado genial, pero ahora mismo esta es la situación. La “cruceta” nos permite abrir el teléfono y un inventario bastante inútil donde dar vueltas a algunos objetos que vayamos cogiendo para poder mirarlos. Es un juego basado en la narrativa, no esperéis mucho más allá ya que el resto de jugabilidad no es más que relleno entre conversación y conversación.

Podéis disfrutar del juego tanto en digital como en formato físico, a un precio recomendado que considero demasiado elevado para el resultado final. Más cercano a un triple A que a un indie a la hora de pasar por caja, y teniendo en cuenta la inexistente rejugabilidad del título, mi mayor consejo es que, si os interesa, esperéis una bajada de precio o una oferta en cualquier tienda o en la propia eShop para haceros con State of Mind. Tenéis juegos mucho más interesantes y a mejor precio ya en el catálogo de Nintendo Switch, os animo a cotillearlos antes de echarle el ojo a este.

Quiero, pero no puedo

State of Mind se queda a mitad de camino de su destino. Sabe qué quiere ser y dónde quiere llegar, pero no encuentra la forma de obtener esa personalidad y alcanzar su objetivo final. El potencial está ahí, aún sin ser un título que pretenda revolucionar el concepto de ciencia ficción, pero a veces sí importa el resultado y no la intención. Si el precio fuese más reducido, sería más sencillo recomendaros visitar la distópica Berlín, con sus más y sus menos; con su delincuencia, su corrupción, sus sueños rotos y sus chicas de compañía, mas los tiempos que corren y con el catálogo llenándose cada vez más y más, hay elecciones mucho mejores ya disponibles para disfrutar con vuestra Nintendo Switch. No vamos a crucificar, obviamente, a Daedalic Entertainment, ya que han demostrado en otras ocasiones saber estar a la altura, y un desliz lo podría tener cualquiera, además de que realmente no es un mal juego, solo uno más que pasa sin pena ni gloria.

Ah, por cierto, en el futuro tendremos impresoras 3D para prepararnos el desayuno, pero probablemente el wifi siga sin llegar a la habitación de al lado. Prioridades.

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Algunos dicen que escribo bien, otros dicen la verdad. También soy DJ. Un poco mordaz, pero nada grave. Necesito un overclocking. Y gafas. Sobre todo gafas.

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