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Análisis de Tamarindo’s Freaking Dinner

Ya tenemos con nosotros y tras el buen sabor de boca que dejaron los Baobab’s Mausoleum el segundo juego de la trilogía del árbol, o la treelogía, ideada por Jacob Jazz. Tamarindo’s Freaking Dinner llega ahora a Nintendo Switch con la misma ambición creativa, la misma personalidad y, por supuesto, con ese estilo inconfundible que mezcla humor absurdo, terror low-poly, referencias pop de varias décadas y un espíritu gamberro que tanto nos gustan.

Este título, que llega a la híbrida tras su paso por PC, nos mete de lleno en la mansión Tagomago, un delirante escenario formado por más de 50 estancias repletas de secretos, puzles y personajes tan extraños como memorables.

Una vez más, referencias

Como ocurría en Baobab’s Mausoleum, el juego despliega un universo que mezcla influencias de todo tipo: desde el tono surrealista de una falsa sitcom noventera a una estructura que recuerda a Deadly Premonition, pasando por momentos al más puro estilo Luigi’s Mansion, pero mucho más macabros, y por supuesto el Cluedo.

Y The Legend of Zelda: Majora’s Mask, pues en Tamarindo’s Freaking Dinner, como en el juego de Link, constamos con un sistema de tiempo cíclico en el que cada acción importa, cada minuto determina qué sucesos presenciamos y qué rutas quedan bloqueadas o abiertas.

El inexorable pero repetible paso del tiempo

Aquí, el jugador debe lidiar con una cuenta atrás que avanza sin concesiones y que nos obliga a tomar decisiones rápidas, memorizar patrones, anticipar los movimientos de los otros personajes y dominar la mansión como si fuera un pequeño ecosistema retorcido y vivo.

tamarindos freaking dinner

La mansión de los divertidos horrores

Porque, pese a su extraño envoltorio y su apariencia desenfadada, Tamarindo’s Freaking Dinner esconde una estructura sorprendentemente elaborada. El ciclo temporal permite acceder a finales alternativos, descubrir tramas ocultas y entender mejor la naturaleza de los habitantes de Tagomago.

Cada recorrido por la mansión aporta pistas nuevas, desencadena eventos distintos y modifica ligeramente nuestro entendimiento general del misterio. No es un juego que se agote en una sola partida, sino una propuesta diseñada para volver a ella una y otra vez pues tiene la friolera de 26 finales malos distintos; y uno bueno.

Se parece a… nada

Si hay algo que define a las obras de Jacob Jazz es su personalidad. Pocos desarrolladores independientes tienen un sello tan reconocible y tan alejado de cualquier corriente, ya sea comercial o no. Todo en Tamarindo’s Freaking Dinner es digno de mención: desde los modelados rudimentarios hasta la iluminación exagerada, pasando por los diseños caricaturescos de sus habitantes o los gags visuales que aparecen incluso donde no los esperas.

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Visualmente único

Es un juego que no teme resultar feo, absurdo o lo que se os ocurra. Prefiere ser memorable antes que pulido, y eso es algo que valoraremos muy positivamente pasadas las horas.

Esta estética estridente, evidentemente, no es fruto de la casualidad, sino toda una declaración de intenciones, con objetos, el aspecto del resto de invitados a tan macabra cena y demás conviviendo sin lógica aparente, siendo precisamente esa falta de cohesión lo que construye un ambiente único.

Una propuesta tan brillante como irregular

Ahora bien, esa misma ambición creativa conlleva varios riesgos. Tamarindo’s Freaking Dinner no es un juego accesible para todos. Mezcla tantos géneros y mecánicas que los jugadores menos acostumbrados a las propuestas experimentales pueden sentirse abrumados. Además, su curva de aprendizaje es cuando menos particular y exige paciencia, sobre todo cuando el ciclo temporal obliga a repetir secuencias que quizá no siempre resultan divertidas.

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Repetir no es una opción: es obligatorio

Los textos del juego, por ahora, están únicamente en inglés, aunque la buena noticia es que la traducción al español y al japonés llegará próximamente a Switch, lo que facilitará el acceso a jugadores que quieran disfrutar plenamente del humor tan particular del creador. Esperemos que junto a ellos llegue también la opción de que los diálogos no avancen solos, o de que al menos no lo hagan tan deprisa.

Conclusión

Tamarindo’s Freaking Dinner es un título profundamente personal, con un estilo único y una creatividad desbordante que, hay que tenerlo presente, no es para todo el mundo. El juego brilla especialmente cuando abraza su condición más alocada, y es todo gracias a sus personajes tan sumamente excéntricos, lo impredecible de las situaciones (exasperante a veces) y a muchos de sus puzles. A 14,90 euros, vale la pena arriesgarse.

Resumen
Nos atascaremos cada cierto tiempo y más de una vez maldeciremos a su creador, un Jacob Jazz que por otra parte nos ha vuelto a brindar un título único tanto en lo visual como en lo jugable.
7
Bueno
Escrito por
Señor Bichos para ti.

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