Llega a nuestras Nintendo Switch una nueva entrega de la saga Katamari ¡por primera vez después de 14 años! Y lo hace con una aventura muy conservadora que no toca ni ápice la esencia del clásico. Una de esas propuestas que no se sabe como se le pudo ocurrir a alguien, ni como llegó a materializarse, ni como llegó a tocar el corazón de muchos jugadores. Por eso siempre es buena noticia poder seguir disfrutando de katamari, esta vez con Once Upon a Katamari.
Érase una vez…
Once Upon a Katamari nos vuelve a situar en uno de los momentos locos del Rey del cosmos, en donde se le va de las manos y termina destruyendo todas las estrellas y planetas de la constelación, incluyendo a La Tierra y la Luna. Es aquí cuando decide enviar a su hijo, el Principe, a las diferentes épocas de la historia para recuperar los elementos necesarios para volver a construir las estrellas perdidas.
¿Cómo piensa el Príncepe devolverle las estrellas al cosmos? Pues con ayuda de su Katamari, una especie de bola super adherente que pega a su superficie todo a lo que le pasa por encima. Efectivamente, nuestra función en Once Upon a Katamari es exactamente la misma que en el primer Katamari Damacy, hace más de 20 años: hacer rodar una bola con el fin de hacer que esta crezca de tamaño arrasando con todo lo que se nos ponga por delante. El resultado final de nuestro Katamari es enviado al espacio para convertirlo en una nueva estrella.
Pero no todo es tan fácil como tocar cualquier objeto para que se adhiera a nosotros, al menos no desde un primer momento. Hacemos crecer nuestro Katamari de forma gradual. Empezamos cada fase siendo muy pequeños por lo que no podemos adherir objetos grandes hasta igualar o superar su tamaño. De esta forma, comenzamos pegando objetos pequeños como chinchetas, clips, afiladores, para pasar a incorporar hojas, frutas, plantas, sillas, pequeños animales, hasta que nos volvemos grandes y conseguimos unirnos incluso con personas, vehículos, árboles ¡y edificios!
Un katamari que rodó por el pasado y el presente
Si su estética desenfadada y minimalista, junto a su propuesta jugable pueden parecer distópicas, hay que entender como se juega a Once Upon a Katamari para entender que no se trata de un juego que atraiga a toda clase de público así de primeras.
Once Upon a Katamari es una entrega extremadamente continuista con respecto a las anteriores entregas, y al igual que estas juega con sus propias reglas. De hecho pone muy pocas reglas, usando tan solo lo necesario e imponiendo su voluntad sobre la del jugador. De esta forma nos encontramos con unos controles particulares y alejados de lo común.
Para mover el katamari debemos inclinar los dos josticks al unísono en la dirección a la que queramos dirigirnos. Para girar sobre nosotros mismos debemos inclinar un jostick hacia delante y el otro hacia atrás. Si queremos dar una vuelta de 180 grados debemos presionar las dos palancas. Y si queremos pegar un acelerón debemos mover los josticks como locos para delante y para atrás.
Un manejo que choca en sus primeros pasos y a la que debemos acostumbrarnos, y cuanto antes mejor, pues una vez nos movamos con soltura es cuando entendemos que es Once Upon a Katamari y será cuando nos enamoremos de este mundo.
Una de las pequeñas novedades incluidas en esta nueva entrega es la inclusión de las herramientas de apoyo, que vienen a ser objetos que recogemos del escenario rodando sobre ellas que nos otorgan pequeños power ups temporales, como un imán para atraer objetos cercanos, cohetes para aumentar nuestra velocidad, etc.
Echa a rodar a través de la historia
Después de dos remasterizaciones, y aunque su aspecto colorido y minimalista forman parte de su seña de identidad, Once Upon a Katamari se mantiene bastante conservador incluso en su apartado gráfico. Y en este punto si que nos chirría bastante, puesto que tras cuatro generaciones de consolas ya nos huele a pasotismo y a holgado conformismo. Nos quedamos con la curiosidad de ver como sería un apartado gráfico correspondiente a los tiempos que corren ya que pensamos que es donde la saga podría experimentar una evolución sin perder su identidad.
Los escenarios de representan lugares cotidianos y reconocibles de la vida cotidiana, en especial de la oriental. En ella podemos encontrar toda clase de objetos y seres vivientes. Nosotros interrumpimos en estos escenarios con vida propia alterando el orden normal de las cosas.
En cuanto al apartado sonoro, la saga katamari siempre ha destacado por ser sobresaliente. Posiblemente este Once Upon a Katamari no esté en el puesto número uno pero sin duda mantiene esa gran calidad caracterísca y sea el apartado que más intenta diferenciarse de anteriores entregas. Nos acompañan melodías y canciones que dotan de epicidad a la obra y llenan de vida nuestros oídos.
La gran novedad de esta nueva entrega ha sido la introducción de un modo multijugador competitivo de hasta cuatro jugadores simultáneos, tanto en línea como en local. Compite con tus amigos o contra rivales controlados por la CPU para ver quien consigue hacer el mejor katamari.
Después de 14 años sin tener una nueva entrega de katamari, que este Once Upon a Katamari ofrezca una experiencia extremadamente conservadora no se puede considerar algo negativo. Ya que gráficamente no haya evolucionado ni un ápice si que nos hace arquear un poco más la ceja. Aún con todo, es un placer poder disfrutar de una nueva entrega como esta que mantiene el excentrismo y la diversión de la que siempre hace gala y que nos tiene enamorados como el primer día.
Versión del juego analizada: Nintendo Switch 1.0.1.


