Érase una vez una joven que desapareció del orfanato Bunny Hall en la Gran Bretaña de principios del siglo XX. Por suerte, Lana Benton, su mejor amiga, encontró unas sospechosas cartas que la llevaron a investigar el paradero de la muchacha. Así da comienzo Bye Sweet Carole, un título que nos absorbe por su estética extraída de una película de animación de los noventa, donde los conejos hablan, los relojes parecen tener alma y el miedo se esconde tras cada sombra.
Un cuento hecho juego
Dicen que los cuentos más hermosos esconden las verdades más crueles, y eso es justo lo que propone Chris Darril, creador de Remothered y alma de Little Sewing Machine. Su nueva obra se aleja del terror explícito para envolvernos en un relato oscuro y melancólico, tan inocente en apariencia como perturbador en su fondo. La historia de Lana y Carole se desarrolla entre la realidad y un mundo fantástico llamado Carrolla, una dimensión corrupta donde la belleza se pudre lentamente y cada personaje parece arrastrar un secreto. Todo está narrado con mimo y un estilo visual que enamora a primera vista.
A nivel jugable, el título apuesta por una estructura lateral en 2D donde la exploración y los puzles son el eje principal. La gracia está en intercambiar entre personajes con diferentes habilidades, lo que da pie a desafíos ingeniosos y bien planteados. Sin embargo, el diseño tropieza con una idea menos acertada: un enemigo que patrulla las zonas una y otra vez nos obliga a escondernos constantemente. Esa tensión, que al principio funciona, acaba resultando tediosa cuando interrumpe la resolución de los rompecabezas. A veces, lo más inteligente es dejarse atrapar para reiniciar el área y disfrutar de unos minutos sin su presencia.
Las escenas animadas se mezclan muchas veces con el gameplay.
Cada puzle está pensado con coherencia narrativa, algo que se agradece, pues nada parece arbitrario. Las transformaciones, los interruptores y los caminos ocultos se integran con la ambientación, reforzando la sensación de estar dentro de un cuento ilustrado. No hay combates directos, y eso acentúa la sensación de vulnerabilidad, pero también exige paciencia: el ritmo es pausado, deliberadamente contemplativo, más cercano a una experiencia narrativa que a un reto de habilidad. Es un enfoque valiente, aunque no siempre equilibrado.
Pese a esas irregularidades, Bye Sweet Carole consigue mantener el interés gracias a su atmósfera durante sus cerca de 10 horas. El orfanato, los pasadizos y los paisajes de Carrolla están cargados de simbolismo, y cada nuevo escenario revela una capa más del misterio. Darril demuestra una vez más su capacidad para crear mundos que parecen respirar tristeza y encanto al mismo tiempo. El resultado es un juego que no busca asustar, sino inquietar, y lo hace con una elegancia poco habitual.
Esconderse y aguantar la respiración es clave para no ser descubiertos.
Luces que deslumbran y sombras que ensucian
Visualmente, Bye Sweet Carole es una auténtica obra de artesanía. Cada animación ha sido dibujada a mano y el resultado recuerda a una película de animación de la Disney de los años noventa. Los movimientos son suaves, las expresiones faciales detalladas y los fondos rebosan color y textura. No todos los enlaces entre animaciones funcionan igual de bien pero puestos en faena no se siente torpe, Lamentablemente, la versión de Nintendo Switch no logra hacer justicia del todo al trabajo original. La compresión de las imágenes es evidente, especialmente en los fondos, que muestran artefactos notables cuando la cámara se acerca.
El juego juega constantemente con la distancia de cámara y el zoom para remarcar emociones o crear tensión, pero ese recurso no siempre funciona bien. En algunos puzles, la cámara se aproxima tanto al personaje que impide anticipar las rutas de los enemigos lo que genera más frustración que suspense. Es importante memorizar los lugares para esconderse porque muchas veces exigen requieren mucha precisión para utilizarlos además de pasar desapercibidos por su, quizá excesiva, integración en el entorno. Sabemos que están por el indicador de la acción contextual que aparece en pantalla.
El apartado sonoro, en cambio, es impecable. La banda sonora orquestal combina pasajes melódicos con notas inquietantes que acompañan a la perfección cada momento del viaje. Las voces, en inglés con subtítulos en español, aportan matices que enriquecen la narración, y los efectos de ambiente contribuyen a mantener esa sensación de cuento sombrío que tanto caracteriza al juego. Si algo demuestra Bye Sweet Carole, es que el diseño sonoro sigue siendo una de las grandes fortalezas de un videojuego cuando se cuida de esta forma.
En cuanto al rendimiento, Switch se defiende dignamente, manteniendo una buena fluidez incluso en los tramos más cargados. Hay ralentizaciones puntuales en momentos muy concretos pero nada que empañe la experiencia general. Es evidente que se han tenido que hacer concesiones gráficas, pero el alma del juego con su dirección artística y su tono narrativo se mantiene intacta aunque sigamos echando en falta versiones nativas para Nintendo Switch 2 que nos hagan resignarnos ante estas limitaciones.
La animación tradicional y ambientación es sin duda su atractivo principal.
Versión del juego analizada: Nintendo Switch (1.0.2) jugado en Nintendo Switch 2