Antes de entrar de lleno a ensalzar las virtudes del título que nos ocupa, conviene conocer a que nos enfrentamos. Wonder Boy: The Dragon’s Trap es un juego de plataformas y acción, en un mundo interconectado donde debemos avanzar superando barreras mediante las habilidades que vamos obteniendo y, con más o menos frecuencia, revisitando zonas en las que ya hemos estado, lo que hoy en día se conoce popularmente como metroidvania.
Presentando a Wonder Boy
La historia comienza cuando Wonder Boy (o Wonder Girl) marcha a través de la fortaleza enemiga para enfrentar a su último rival, el temible Meka-Dragon. Lo que en ese momento no sospechaba, es que tan malévola criatura guardaba un último recurso bajo sus escamas. Una maldición capaz de convertir a nuestro chico maravilla en una monstruosa bestia humanoide. Así comienza una aventura que nos lleva por multitud de lugares, dando caza al dragón que guarda el secreto para obtener una cura y volver a nuestra forma humana.
Reimaginando Monster Land
El primer gran reto de cara a actualizar un título tan añejo a los tiempos que corren, es el apartado gráfico. Partiendo de una base donde no hay apenas detalles, abundan los fondos monocolor y el pixel art no era tal y como lo conocemos hoy en día, el resultado logrado es absolutamente magistral. Se ha dotado al mundo de vida y riqueza en detalles, con unos escenarios pintados a mano dignos de ser expuestos en una galería de arte. No sólo son bellos sino que, además ,aportan cierto trasfondo y peso a nuestra aventura, con pequeños detalles que parecen contar su propia historia, como una solemne estatua donde antes no había nada o los banderines colgando de un castillo antaño majestuoso.
Igual de impresionante es el proceso que ha seguido el diseño de los personajes y monstruos, los cuales se han adaptado al nuevo estilo visual sin perder un ápice de su identidad, e incluso en algunos casos, definiendo una entidad que antes podía no estar del todo clara. También han ganado en carisma la enfermera sexy y el cerdo tendero, que ahora son mucho más que un rostro en un marco. En cuanto a nuestro protagonista y sus transformaciones, cuesta imaginar un diseño más acertado.
Cuando los trazos cobran vida
Se puede apreciar el cariño y la atención puesta en cada trazo, especialmente de las animaciones. Dejando estampas tan llamativas como la relampagueante transformación, que sucede cada vez que sufrimos una maldición o accedemos a los pedestales ocultos donde se cambia de forma, o divertidas como la que se muestra cada vez que nuestro personaje cae derrotado y asciende a los cielos. Cada transformación tiene una característica única que la define, como el lagarto que escupe fuego y se agacha enroscando la cola, y todas ellas se han animado con sumo cuidado. Se puede apreciar este nivel de detalle en los giros que realiza el personaje cuando tras una breve carrera cambiamos de sentido.
El otro gran cambio lo encontramos en la música y los efectos de sonido. Tomando como base unas partituras originales, ya de por sí muy buenas, se introduce música instrumental elevando el conjunto a un nivel asombroso y difícil de olvidar. Todo ello acompañado por unos efectos de sonido abundantes y adecuados. Para los más curiosos, el juego ofrece una sección con ilustraciones y sesiones de grabación.
Mecánicas de ayer que siguen funcionado hoy
Podríamos decir que Wonder Boy: The Dragon’s Trap es el mismo juego que salió en 1989 pero con una bellísima mascara. De hecho, durante la partida podemos cambiar de la versión HD al estilo retro de forma inmediata, pulsando un botón para los gráficos y otro para el sonido, con la posibilidad de combinar ambos. Esto no hace más que resaltar el soberbio trabajo realizado con la adaptación. Sin embargo, aquí es donde descubrimos una de las pocas pegas que se le puede poner a este título: las colisiones vienen determinadas por el estilo retro, dando lugar a algún que otro choque inesperado con el escenario.
Es un verdadero homenaje al juego original y, en ese sentido, se ha logrado mantener todas las bases jugables intactas. Los controles responden bien y el movimiento es muy fluido, en unos escenarios bien pensados cargados de enemigos y plataformas, así como de puertas secretas y cofres ocultos. Al jugador se le da libertad absoluta para explorar y encontrar el camino correcto por sí mismo sin ayuda de ningún tipo de mapa, haciendo uso de las habilidades que va adquiriendo con cada transformación y que le permiten acceder a zonas donde antes no podía. Encontrar los corazones ocultos o comprar equipo a menudo es fundamental para que la aventura llegue a buen puerto.
Disponemos de tres ajustes de dificultad, siendo el normal un desafío en su justa medida pero con cierto desequilibrio en los jefes, algunos son demasiado fáciles de derrotar. Tanto es así, que la parte más difícil suele ser superar las mazmorras para poder enfrentarlos, ya que cada vez que caemos en combate nos devuelven al hub central de la aventura, el pueblo, desde donde parten todos los caminos. Por otro lado, el ajuste difícil introduce un reloj que nos va dañando cada cierto tiempo, independientemente de lo rápido que superemos los escenarios, lo que no acaba de encajar y habría tenido más sentido que superada cada pantalla a tiempo este contador se reiniciase.
El género al que pertenece Wonder Boy: The Dragon’s Trap, como es lógico, ha evolucionado mucho en este lapso de tiempo y eso se nota. Aspectos como el patrón de ataque de los jefes podría haber ganado enteros con un rediseño. Pero entendemos que la intención de los desarrolladores era mantener la experiencia lo más apegada posible al juego original. Pese a que las novedades son escasas, el título se guarda una sorpresa que no es momento de revelar.
Veredicto de Wonder Boy: The Dragon’s Trap
Wonder Boy: The Dragon’s Trap es una maravilla cuyas mecánicas y diseño sigue siendo tan divertidos como cuando fue concebido. Ha sido un verdadero placer descubrir el ahora bellísimo mundo de Monster Land, con todos sus secretos y desafíos, que no podemos abandonar hasta completarlo y que luego nos deja con ganas de más dada su corta duración (podemos completarlo en una tarde). Hasta el punto de que nos encantaría ver más títulos clásicos seguir su ejemplo. En conclusión, es una experiencia fabulosa aunque efímera, absolutamente recomendable para nostálgicos y nuevas generaciones por igual.