Skate Story no es un juego de skate al uso. Es una experiencia extraña, introspectiva y muy personal que utiliza la tabla como vehículo para contar una historia abstracta, cargada de simbolismo y referencias filosóficas aunque no todas sus ideas terminan de cuajar con la misma fuerza.
Un viaje al inframundo
La historia de Skate Story nos pone en la piel de una criatura frágil, hecha de cristal y dolor, cuya misión es derrotar a la Luna patinando a través de un inframundo construido con cemento, ruinas y entidades imposibles. El tono es deliberadamente críptico, con ecos de Alicia en el País de las Maravillas, el conejo blanco como guía y referencias casi dantescas en su estructura y simbolismo. Es una narrativa que no se explica si no que se sugiere y que exige al jugador más implicación emocional que atención literal.
Ese enfoque abstracto se traslada directamente a su apartado visual. Skate Story apuesta por filtros de cámara agresivos, grano, distorsiones y una paleta de colores que mezcla lo industrial con lo onírico. El resultado es tan hipnótico como confuso: una visión del inframundo donde el hormigón de la ciudad se funde con lo sobrenatural, creando imágenes poderosas que parecen sacadas de un sueño febril… o de una pesadilla.

Las secciones de velocidad son las que mejor funcionan.
A nivel de estructura, el juego se divide en capítulos que comienzan con secciones claramente lineales. En estas primeras fases, el ritmo es ágil y directo: una suerte de carreras donde el objetivo es alcanzar portales mientras patinamos, saltamos y esquivamos obstáculos. Aquí Skate Story funciona mejor, apoyado por una música envolvente y una sensación constante de avance.
El problema llega cuando alcanzamos las zonas centrales de cada capítulo. Estos espacios más abiertos rompen el ritmo y dan paso a misiones de recadero poco inspiradas, encargos secundarios que nos obligan a ir de un punto a otro sin demasiada tensión ni desafío. Además, la narrativa toma aquí más peso del deseable, con textos y diálogos que obligan a detenerse constantemente. El ritmo se frena sobre una propuesta narrativa que no todos sabrán, ni querrán, apreciar, afectando directamente a la fluidez de la experiencia.

Este y otros personajes necesitan de nuestra ayuda.
Arcade y surrealismo
Tras completar estas tareas, el juego vuelve a encontrar su pulso en los enfrentamientos contra la Luna. Estas secuencias, en las que la perseguimos mientras esquivamos obstáculos y realizamos trucos para debilitarla, son de lo mejor del conjunto. Aquí lo audiovisual se impone con fuerza, combinando música, ritmo y efectos visuales en momentos realmente buenos y muy bien dirigidos por lo general que solo les falta impacto por una implementación de la vibración.. casi inexistente.
En lo jugable, Skate Story se mueve en un curioso equilibrio entre arcade y realismo. No hay saltos imposibles ni giros eternos en el aire como en Tony Hawk’s Pro Skater 3 + 4 y todo se basa en saltar, grindar y encadenar movimientos coherentes con una física relativamente creíble. Es satisfactorio en lo básico, pero también algo limitado. Muchas veces sentimos que basta con saltar sobre ciertos elementos para avanzar, sin que la ejecución de trucos tenga un peso real en el progreso.

Todo es igual de bizarro y abstracto, su seña de identidad.
A esto se suman algunos problemas con las colisiones. En especial al grindear, no siempre queda claro qué superficies son válidas o cuándo el contacto funciona correctamente, lo que provoca caídas injustas o interrupciones del flujo. Son fallos puntuales, pero en un juego donde el ritmo y la sensación de control lo son todo, terminan pesando más de lo que deberían porque además cuanta con un esquema de control que busca hacerlo más difícil de lo que podría ser para transmitir esa sensación de realismo adicional.
Las zonas centrales incluyen tiendas donde comprar pegatinas, ruedas o tablas usando los puntos/almas obtenidos. Son añadidos estéticos agradables, pero con poco impacto real en la jugabilidad. Visualmente, el juego sigue siendo tan espectacular como confuso: a menudo cuesta leer los límites del escenario, que se siente más como una zona abstracta de obstáculos que como un parque de skate donde fluir libremente. En Switch 2 contamos con dos modos gráficos —30 fps con todos los filtros o 60 fps con ajustes reducidos— siendo este último el más recomendable, especialmente en portátil, donde el modo calidad penaliza demasiado la estabilidad.

Los enfrentamientos requieren hacer trucos en las zonas iluminadas.
Versión del juego analizada: Nintendo Switch 2 (1.4.0)