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The Legend of Zelda: Breath of the Wild

The Legend of Zelda: Breath of the Wild

Ya ni recuerdo cuándo se presentó por primera vez este The Legend of Zelda: Breath of the Wild, pero la verdad es que, después de haberle echado ya unas cuantas de horas, no me importa haber esperado, ha merecido la pena.

Empezamos nuestra partida con el ya célebre “Despierta, Link” que nos susurra desde no sabemos bien dónde la princesa Zelda, en perfecto castellano, como ya sabréis. Ese es solo el primero de muchos cambios que guarda este juego y que hará que los fans incondicionales de la saga tengamos que hacer borrón y cuenta nueva y empezar a replantearnos cómo se juega a esto, aunque estad tranquilos, la esencia sigue ahí, ese ha sido el gran logro.

Salimos del primer santuario y Link, porque es Link, no podremos cambiarle el nombre, va casi desnudo, habremos de vestirle, no sin antes recoger la piedra Sheikah (piedra angular de la jugabilidad), para, así, escalar una pequeña pared a la que podremos encaramarnos de un salto, manual, y salir corriendo, sin gastar la barra de stamina heredada de Skyward Sword, a disfrutar del inmensamente bello mundo abierto que tendremos que explorar y que estará totalmente visitable desde el inicio. ¿Os habéis dado cuenta de la cantidad de novedades que han salido a relucir solo en la frase anterior? Pues no acabarán ahí, ni mucho menos, pero vayamos por partes.

Ancha es Castilla

No, no estoy usando esta locución porque yo sea castellanomanchego, alcarreño para más señas, la uso porque viene a significar algo así como “vete por donde quieras y haz lo que te dé la gana que yo haré lo propio”, y nada describe mejor las sensaciones que desprende The Legend of Zelda: Breath of the Wild.

Como ya habíamos probado anteriormente el juego, decidimos no ir por donde se suponía que debíamos ir y tomar el camino contrario, trepando por la primera pared rocosa que nos encontramos y descubrimos que, efectivamente, si queríamos, podíamos ir por ahí, pero no era lo más conveniente, desprovistos de armas y, sobre todo, un objetivo, o mejor aún, una explicación.

Será el viejo de la hoguera quien nos proporcione la primera de las dos cosas, marcándonos en el mapa dónde debíamos ir a continuación, pero dependerá de nosotros ir allí o no, o ir de frente o dar un pequeño rodeo de 2 horas. También aquí cogeremos una antorcha, que puede que no sea nuestro primer objeto, porque en el pequeño tramo a recorrer desde la salida del santuario hasta el anciano ya habremos recogido una rama y algún que otro insecto o alguna seta o manzana. Este hecho tan nimio, coger su antorcha y no la que hay unos metros más allá, servirá para ejemplificar hasta qué punto Nintendo ha cuidado hasta el más mínimo detalle en este juego de mundo abierto, superando, por número de pijaditas, a lo visto en otros grandes del género como Metal Gear Solid V, The Witcher 3 o GTA V (Skyrim aquí directamente ni se asoma), y después de casi 20 horas jugadas ya, las sorpresas continúan. Ojo, pudiera parecer que exageramos, pero no es así en absoluto. Volviendo al ejemplo, la antorcha, si se la “sustraemos” nos dirá una frase distinta a si no lo hacemos, igual que si la encendemos en la hoguera, pudiendo elegir Link a su vez entre múltiples respuestas. También varían las intervenciones de los NPCs (personajes no jugables) en función de si es de noche o de día (típico) pero también en función de si llueve o no, y ojo porque no siempre llueve igual, si es una tormenta eléctrica tened cuidado con los árboles e incluso con la ropa que llevéis, o las armas; probad a darle al botón de atacar cuando Link no lleve un arma equipada… Así podríamos seguir horas, pero hay cosas que es mejor que descubráis por vosotros mismos.

Volviendo a lo que son las primeras horas de esta aventura, sorprende la cantidad de indicadores que hay ahora, ya sea en pantalla o en los menús (normal y contextual). Habrá que vigilar, además de la salud y el aguante, otros factores como la temperatura o el ruido, el daño que hacen las armas, su resistencia, de qué materiales están hechas, qué ropas llevamos, si tienen potenciadores, etc. The Legend of Zelda: Breath of the Wild gira hacia el RPG más puro pero se ha fijado solo en lo bueno (aclaración: no quiere decir que en otros RPGs clásicos lo que sigue sea malo per se), olvidándose de las secundarias tediosas y repetitivas (Xenoblade Chronicles X, te miro a ti) y del crafteo (recolección de materias primas) excesivo. También ha evolucionado hacia ese (no)género que es el de los open worlds y, una vez más, sale airoso.

En estos compases iniciales ya tendremos una muestra de que el mundo está muy, muy vivo. Animales y plantas abundan, como también lo hacen los enemigos, de lo más variado, o los grupos de hylianos, porque los hay, aunque diseminados, lo que permite que nos los encontremos con bastante frecuencia, ya sean mercaderes ambulantes (no solo Terry, que también), o en poblados más o menos numerosos (pequeño spoiler: seguro que algún nombre os suena) y postas, donde ensillar nuestro caballo, que también tiene atributos, y más cosas que os detallaremos en nuestro futuro y completo análisis.

Aguantad, que falta poco

No hemos querido desvelar nada de la trama porque merecéis llegar vírgenes a ella. No sé si será la mejor que tenga un Zelda, pero sí es la mejor contada. Y es la primera vez que no me desagrada la técnica del flashback. Vale, ya lo dejo.

De momento quedaos con que The Legend of Zelda: Breath of the Wild es todo lo que os habían prometido y aún más.

Escrito por
Señor Bichos para ti.

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