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The Elder Scrolls V: Skyrim

The Elder Scrolls V: Skyrim, o Skyrim para los amigos, es, posiblemente, uno de los juegos que más ansiamos los nintenderos cuando fue lanzado en otras plataformas hace ahora justo 6 años. El tiempo puede que haya hecho mella en ciertos aspectos, que ya en su día fueron criticados, pero eso no es óbice para que, por fin, podamos disfrutar de una de las mayores epopeyas que han pasado por los circuitos de consola alguna.

Hárbardsljód

Nos encontramos al norte del continente de Tamriel, en la región que da nombre al juego, y vamos a ser ejecutados.

Así comienza una aventura mayúscula, por escala, posibilidades, libertad y duración, en la que podremos desde adoptar niños, trabajar en un aserradero o juguetear con la alquimia hasta convertirnos en poderosos magos, valerosísimos guerreros nórdicos o auténticos matadragones.

Pero, antes de entrar en lo que podemos hacer, que será mucho, no está de más un poco de historia, que aquí la hay, y de la buena. Épica nórdica medieval digna del mejor de los cantares.

El rey de todo Skyrim ha sido asesinado a manos, o voz, del jefe de los Capas de la Tormenta, lo que ha creado una fractura política en todo el reino ya que, ahora que el trono está vacante, han reaparecido viejas rencillas y nuevas alianzas se han forjado entre quienes buscan ocuparlo.

Así, los jarl, o jefes comarcales, deberán posicionarse de parte del Imperio o, por el contrario, de lado de los Capas de la Tormenta.

El Imperio ha traído cierta estabilidad, pero a base de hacer pactos que no han contentado a muchos como el realizado con los Altos Elfos, que incluía, entre otras cosas, el perseguir el culto a Talos, el rey dios para los Nórdicos y primer Sangre de Dragón.

De ahí que los Capas de la Tormenta, en su afán nacional y tradicionalista, busquen recuperar el poder y el esplendor de eras pasadas sin tener que pedir ayuda a los elfos.

Ahora, en medio de todo este conflicto diplomático y marcial, ha surgido lo que, al parecer, es un nuevo Sangre de Dragón, el verdadero sucesor al trono capaz de aprender a hablar la lengua de los dragones y dominar los Thu’um, también llamados gritos.

Junto a esta persona, a la que por supuesto encarnaremos, han llegado los destructivos dragones, que no hace más que aumentar la inquietud y el miedo de los habitantes de Skyrim.

Da comienzo así un viaje en el que muchas de las decisiones que tomemos influirán de forma notable en el devenir de los hechos y que afectarán, no solo a nuestra persona, sino al futuro de todo Skyrim.

Un vasto mundo

La serie The Elder Scrolls siempre se ha caracterizado por la libertad que dejaba al jugador y, sobre todo, por su amplitud, siendo, durante muchos años el tercer título, Morrowind, el mayor exponente del género de los juegos de mundo abierto.

Ahora, bueno, hace 6 años, llegó Skyrim y recuperó esa libertad pero, además, dotó al conjunto de un hilo conductor digno de ser llevado al papel o a la pantalla, grande o pequeña.

Sin embargo, este libre albedrío tiene un precio, y le ha tocado pagarlo, precisamente, a los antecedentes de esta historia principal. Estos nos vendrán contados en libros mayormente o también podremos escuchar varias historias de forma oral contadas por alguno de los numerosos NPCs que pueblan el mundo.

Si no os va demasiado lo de leer, punto 1, lo siento por vosotros, y punto 2, os perderéis gran parte del encanto de Skyrim que es su ambientación, conseguida no solo mediante lo que se nos muestra en pantalla, sino también mediante lo que se nos cuenta, ya sea de forma escrita o hablada.

Esta “pequeña” parcela de Tamriel es tan grande que habrá lugar para cientos de misiones secundarias. Tanto es así que no será difícil pasar horas y horas alejados de la misión principal, aunque de tanto en tanto tendremos que volver a ella. De hecho, puede que sea el juego con más y mejores secundarias, ahí es nada.

Lo bueno, o quizás lo mejor incluso de Skyrim, es que estas submisiones no distan muchas veces en importancia de la principal, por lo que nos veremos atrapados irremediablemente en ellas y vaya si lo agradeceremos.

Esto es algo que ya estaba presente en el original, pero aquí tenemos, aunque no lo ponga por ninguna parte, la llamada Special Edition, que además de mejoras gráficas que acercaban (poco) al título a los estándares actuales, traía consigo las 3 expansiones que fueron lanzadas durante la generación pasada (o dos generaciones atrás si vienes de Wii U).

Hablamos de Dawnguard, Hearthfire y Dragonborn. La primera es una misión bastante larga e intrincada que, para sorpresa de muchos, nos permitirá acabar convertidos en vampiros u hombres lobo (algo también posible en el juego sin necesidad de DLC alguno). Sí, es algo reversible, pero ojo porque solo será así si conseguís el equipo necesario. La segunda nos permite llevar una apacible vida junto a nuestra mujer y hasta dos hijos adoptados en alguna de las casas que podemos comprar en las diferentes ciudades. Y la tercera y última es la mejor, pues nos devuelve a Solstheim y cumple el sueño de muchos, que es montar a lomos de un dragón.

¿Hace falta acabar el juego para jugar a estos DLCs? Mire usted, pues no. Se han integrado magistralmente en la historia principal y accederemos a ellos sin darnos cuenta, eso sí, si decidimos aceptar las misiones que nos proponen ciertos personajes clave, porque aquí podemos decidir qué hacer en todo momento.

Tanto es así, que casi nada más arrancar el juego toca elegir qué raza queremos ser entre las 10 disponibles. Cada una cuenta con unos atributos más altos que otras, importante al principio, pero que no notaremos demasiado pasadas unas horas cuando hayamos ido mejorando a nuestro personaje con su amplio árbol de habilidades.

El problema viene en que, más allá de alguna frase suelta que nos diga algún ciudadano, ser de una raza u otra no influye para nada en la historia. Si eliges ser un nórdico alto, rubio y fuertote, el rey de los Capas te tratará igual que si fueras un khajiita, los hombres gato.

Tampoco influye en demasía en la jugabilidad, y es una pena, porque que un simple humano no pueda subir un montículo de, qué sé yo, 60 cm, lo “paso”, pero que no lo suba un gato…

Mago, guerrero o polivalente

Continuamos con esa libertad tan cacareada y que, afortunadamente, no se queda solo en el papel.

Si tomar decisiones es algo que haremos con bastante asiduidad, también serán notables las veces que tengamos que pararnos a trabajar o a crear, ya sean armaduras, armas o pociones, entre otras muchas cosas.

En Skyrim habrá tiempo para la cocina, la forja, la tala de madera, las clases de esgrima, de brujería, de encantamiento… Por eso será esencial ir recogiendo todo lo que encontremos por el camino, siempre que no nos pasemos de peso.

A medida que subamos de nivel podremos elegir si mejorar nuestra salud, la magia o el aguante. Si mejoramos esto último, podremos cargar más cosas o realizar más ataques consecutivos, el resto se explican solas. Igualmente podremos mejorar una habilidad concreta dentro del árbol de habilidades y que hará que manejemos mejor la espada a una mano, a dos, el arco, las ganzúas, los hechizos…

Como veis, hay de todo, y de vosotros, o de cómo juguéis mejor dicho, dependerá que seáis más diestros en una u otra arte. Por eso será importante ser constantes en algo, pero también probar de vez en cuando nuevos métodos, como avanzar sigilosamente hacia nuestro objetivo o usar la magia para atacar en lugar de las armas cortas.

La progresión del personaje será lenta pero constante, algo que nos alentará a seguir practicando con una determinada acción. Puedes jugar normal o ir agachado durante horas para subir artificialmente tu nivel de sigilo, depende de ti y de cómo te tomes de en serio tu partida.

Canción de hielo y venga hielo

La región de Skyrim es fría, heladora, con tonos marrones y amarillos y pequeñas extensiones de un verde apagado gracias a las innumerables pináceas. Es así, te guste o no.

Deudor de joyas de la literatura fantástica medieval como El Señor de los Anillos o Canción de Hielo y Fuego (Juego de Tronos en la pequeña pantalla), Skyrim se desarrolla en unos fríos parajes nórdicos y a la vez impresionantes.

Orográficamente, Skyrim tiene una escala que asusta. Enormes montañas dominadas por picos aún más altos los cuales veremos desde los poblados de sus faldas y que, además, bañarán con el deshielo de sus nieves los numerosos ríos y lagos de la región.

Si os gustó Las Dos Torres en su versión cinematográfica, aquí os sentiréis sumamente felices.

Pero aquí no acaba la cosa, porque también podremos adentrarnos en sus innumerables cuevas y edificaciones repartidas aquí y allá, por lo que pasaréis muchos meses recorriendo sus fríos pero atrayentes paisajes, a pie o a caballo, por supuesto.

Redondea el conjunto una banda sonora de cine, como casi todo en esta superproducción. Jeremy Soule ha creado para la ocasión alguno de los temas más memorables que hayamos escuchado nunca, con un tema principal tan épico que ha sido hasta representado en incontables teatros y auditorios durante este pasado lustro.

Además, la música casará perfectamente con la acción, y no habrá nada más satisfactorio que acabar con la vida de un dragón y que la música cese por completo dejándonos frente a la ya inmóvil criatura recobrando el aliento.

También es impresionante el trabajo de doblaje. En inglés es, directamente, perfecto, pero es que en español no se queda muy atrás, aunque sí algo. Ah, el paquete de voces en español habréis de bajarlo de Internet, da igual en qué momento de la partida lo hagáis.

Un basto mundo

Porque sí, todo lo que tiene Skyrim de vasto lo tiene de basto. No todo iban a ser alabanzas al juego de Bethesda, compañía que no se prodiga demasiado en redondear sus juegos, algo que ahora, 6 años después, se hace todavía más evidente y sonrojante.

Empecemos por lo que más llama la atención para mal: los gráficos. En conjunto son sobrecogedores, con una amplia distancia de dibujo y bastantes elementos en pantalla. El problema viene cuando te das cuenta que todo es un enorme decorado con el que es imposible interactuar. Es uno de esos juegos donde todo es irrompible: barriles, vasos, bancos, velas… No solo eso, sino que no podremos incidir en casi nada de ninguna manera, da igual que lances un hechizo de fuego a una antorcha apagada o a un bloque de hielo flotando en el río, no sucederá nada. La comparativa puede que sea injusta cuando hay varios años de diferencia entre uno y otro, pero venir de Breath of the Wild a Skyrim se hace, cuanto menos, decepcionante, por lo menos hasta que aceptas sus muchas otras virtudes, que las tiene y en cantidades.

Donde no hay excusa es en los personajes, principales o no. Son feos, hasta los elfos lo son maldita sea, y no digamos cómo se mueven. Por momentos parece un juego de PC de hace 15 años, con enemigos que solo siguen una trayectoria, en línea recta, y que quedarán a nuestra merced como se topen con el pico de una mesa, los pobres. Lo mismo ocurre con nuestro personaje, que sube unas cuestas sí y otras no y que no es capaz de alzar una rodilla y luego la otra para sortear un tronco caído en el suelo, o que no sabe lo que es agarrarse a los bordes, creando situaciones totalmente ridículas como cuando queremos salir del agua.

Similar suerte han seguido los elementos arquitectónicos del juego. Entendemos que el culto a Talos talle figuras similares en altares, criptas, etc., pero es que todo está plagado, hasta las cuevas, de las mismas estatuas y gárgolas y los mismos adornos.

Pegan sumamente bien con la estética del juego y hay edificaciones sobrecogedoras, no cabe duda, pero hay muchos signos que evidencian poco cariño por parte de la compañía americana.

Y, cómo no, los bugs. 6 años señores, 6 años han tenido para corregirlos y ahí siguen. Lo anterior eran, no errores de programación, sino mala programación, esto otro es vagancia pura y dura.

Seguimos encallándonos en grietas que nos obligarán a cargar de nuevo la partida en un punto anterior, viendo animales correr por debajo del agua, gente que se desliza por el suelo sin mover los pies, objetos que permanecen inmóviles en el aire y un largo etcétera. Toda la atmósfera que habían logrado, toda la inmersión que habíamos conseguido nosotros, desvanecida en un segundo por situaciones como las anteriormente descritas. Una auténtica lástima.

Sin embargo, os avisamos, que los árboles no os impidan ver el bosque. Skyrim es un título fabuloso con más momentos buenos, incluso maravillosos, que malos, los cuales sabréis perdonar al cabo de unas horas.

Matar dragones en Switch

Ha tardado, pero el gran juego de Bethesda por fin ha llegado a Nintendo.

Jugar a The Elder Scrolls V: Skyrim en Nintendo Switch es toda una experiencia. El carácter híbrido de la consola hace que no sea nada tedioso echarle horas al juego, algo a lo que además ayuda el nuevo guardado rápido que llegó con la Special Edition de hace poco y que ahora suma el poder poner la consola en modo reposo, retomando la partida en cualquier momento.

Gráficamente es muy similar a lo visto en PC, PlayStation 4 y Xbox One, con muy pocas diferencias y alejándose de las borrosas versiones de PlayStation 3 y Xbox 360. Si bien es cierto que Skyrim nunca ha sido el referente gráfico de nada y a día de hoy se le van notando las costuras, aunque las disimule muy bien con esos paisajes.

En cuanto a métodos de control, encontramos la configuración para mando tradicional o los controles por movimiento gracias a la tecnología de los Joy-Con.

Este añadido, aunque interesante, ha quedado al final en un quiero y no puedo más por la simpleza del combate a espada del juego que por los mandos de la consola de Nintendo. En ese sentido es similar a lo visto en The Legend of Zelda: Twilight Princess de Wii, donde daba igual qué gesto hiciéramos que Link daba un espadazo donde le viniera en gana.

Para colmo el Joy-Con izquierdo sí hará las veces de escudo pero sin embargo no podremos usarlo para lanzar hechizos, totalmente incomprensible.

Este control por giroscopio también nos permitirá abrir cerraduras con la daga y una ganzúa y apuntar con más precisión con el arco. Algo es algo.

Los amiibo por su parte, los de The Legend of Zelda, nos premiarán con comida, pociones o lo más interesante de todo: las ropas del héroe y la Espada Mastra y el escudo Hyliano. Pero tranquilos, porque también podréis conseguir todo esto en un determinado lugar del juego sin necesidad de usar las figuras de Nintendo.

¿Merece la pena?

En una consola con Breath of the Wild es muy difícil destacar, pero Skyrim no tiene nada que demostrar a estas alturas y casi todo el mundo sabrá a lo que viene.

Si no lo sabes, tanto mejor, te embarcarás virgen en una maravillosa aventura donde te perderás durante horas y donde visitarás decenas de pueblos, cuevas, bosques y granjas y donde conocerás a un sinfín de personajes que te llevarán por la historia de su tierra y te harán ser parte de ella.

Skyrim tiene fallos, muchos, pero si logras dejarlos en un rincón y no hacerles mucho caso, disfrutarás de un juego que, aún hoy, sigue impresionando por su mundo, su ambientación y sus casi infinitas posibilidades.

Escrito por
Señor Bichos para ti.

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