¿Os imagináis no haber podido disfrutar Super Mario Galaxy en Wii? Aquello fue un momento dulce y mágico de una industria en plena maduración. Por una lado unas compañías peleaban por adentrarse en un mundo increíble con gráficos inimaginables para ese momento y por otro Nintendo, alejándose de aquello, buscaba un nuevo público con formas de jugar nunca antes vistas. Wii Sports fue la excusa para hacerlo pero también hubo más.
Super Mario Galaxy, del que os hablamos en hace unos días en su análisis, imaginaba toda una galaxia de creatividad combinando controles tradicionales con adiciones bien medidas de esas formas de control tan innovadoras. Todavía hoy perdura el recuerdo gravitacional del fontanero y a día de hoy pocos títulos pueden decir que igualen la creatividad, variedad y maestría de su primera e incluso, para muchos más interesante, segunda parte.
Revivir aquellas sensaciones bajo la piel de una niña es fantástico. Un servidor ha visto como su hija, tras disfrutar de juegos como Super Mario Odyssey, algunos New Super Mario, Super Mario Wonder y picotear el resto de juegos plataformeros de la franquicia (incluso Super Mario Land con especial ahínco) se enfrenta a Super Mario Galaxy sin saber nada de él. Tras unos confusos primeros compases y superar la barrera de sentirlo con un juego “peor hecho” en referencia a sus angulosos gráficos y limitada expresividad de los personajes ocurrió algo.
No fue otro hecho que la gravedad. El juego. El experimento que ya no existe por parte de los más jóvenes tras animarla a realizar un salto de longitud alrededor de un pequeño astro y ver como la cámara giraba tras Mario mientras este rotaba y rotaba sin fin a su alrededor. A partir de aquí llegó la conexión. Super Mario Galaxy es directo. Es divertido y diferente a cada paso y son motivos suficientes como para querer conseguir una estrella. Un objetivo con suficiente peso como para querer jugar otra pantalla más. Atrás (o más bien delante) quedan las lunas de Odyssey saliendo hasta debajo de las piedras, literalmente hablando.
La recompensa por alcanzar el final del nivel ha sido clave para querer buscar esas otras alternativas en el nivel. Esos niveles lineales pero con cientos de posibilidades como gran paso de la vertiente 2D a las tres dimensiones es fundamental para el éxito jugable de Super Mario Galaxy. Y también las ganas de jugar con un tipo de control perdido en el tiempo (aunque genere más incomodidades en Switch de las debidas) lo hace a su vez más inmersivo apuntando a la pantalla para conseguir recursos.
Ya no eso, sentir el golpeo agitando el mando además de tener “miedo” por controlar una esfera sobre la que Mario debe mantener el equilibrio precisamente por manejarse de un modo diferente o surcar los cielos con un pájaro también con un control mediante giroscopio. Unos ingredientes que funcionan tan bien como el primer día y que, a pesar de ser parco en historia y arcaico en ciertas opciones de usabilidad, sigue rozando las estrellas como uno de los grandes juegos de Nintendo y de la industria del videojuego tengas la edad que tengas.