Desde su anuncio, Nintendo Labo no ha dejado indiferente a nadie. Por un lado recibió críticas por parte del mismo sector que, imaginamos, nutre año tras año las arcas de EA y Activision, pero por otro fue visto como lo que finalmente ha resultado ser: un maravilloso ejercicio de imaginación, innovación y diversión.
Tanto monta, monta tanto
¿Labo es un juguete o un videojuego? La respuesta a eso debería ser un sonoro ¿y qué más da?, pero, si nos queremos extender un poco más, habría que decir que es un poco de las dos cosas y mucho más.
Empecemos por el principal punto de ruptura entre aficionados, el cartón. Contamos en el kit 1 con nada menos que 28 láminas troqueladas y también ligeramente pintadas (cada figura es de un color) amén de con una bolsa con toda suerte de pegatinas reflectantes, gomas, cordeles…
A todo esto hay que añadirle algo que a muchos se les olvida, y es que Labo es (también) un videojuego, sí, un cartucho de los que saben amargos si te los metes en la boca, de esos por los que la gente paga hasta 70 € de salida pero que si, como es el caso, además traen piezas de montaje que os mantendrán entretenidos tanto o más que el último blockbuster de turno, parece que molesta. Inentendible.
Pero sigamos con lo nuestro, que nos lo hemos pasado muy bien con el videojuguete este.
Continuando con el famoso cartón, hay que tener muy presente que, aunque se ha vendido en los anuncios y en las demostraciones como un artículo para niños, lo cierto es que será mucho mejor si estos infantes o tienen cierta edad o están acompañados de un adulto, pues muchas veces ni el montaje es tan sencillo, aunque sí viene explicado de forma magistral en el software, ni el material puede manipularse a la ligera, que a fin de cuentas hablamos de celulosa y no será raro que se doble por donde no debe si aplicamos más fuerza de la necesaria al extraer las numerosas piezas.
Mi nombre es Con, Toy-Con
¿Y divierte montar los juguetes? Primero, llamémosles Toy-Con, ya que son, como decíamos, la unión de un juguete y un Joy-Con; segundo, sí, mucho, siempre que no odies las maquetas o los puzles.
En mi caso particular, aficionado a las maquetas, he disfrutado mucho haciéndolo, de hecho, me absorbí tanto que en el caso del robot, del que podéis ver vídeo del proceso, no me levanté sino una vez al poco de empezar y volaron, casi literalmente, 3 horas. Toda la tarde entretenido y aún no había empezado a jugar
Pero centrémonos en este kit variado. En él encontramos planchas de cartón para 5 Toy-Con más complementos, que también los hay.
Para perderle el miedo, lo primero será crear un estuchito para uno de los mandos. Una pequeña cajita que servirá para ver cómo funcionan las indicaciones que seguiremos en pantalla.
Luego ya podremos elegir entre el antenauta, la caña de pescar, la casa, el manillar de la moto o el piano.
Así los hemos puesto nosotros y así aparecen en el juego, y no es casual, ya que cada vez que pasemos de un Toy-Con a otro su montaje se hará más complicado, aumentando por ende su tiempo de montaje, claro.
El antenauta es muy sencillo pero ya sorprende ver el perfecto matrimonio que suponen los mandos y el cartón. La caña sube enteros, dejando claro que sí, es poco más que papel, pero detrás ha habido toda clase de ingenieros que se han roto los cuernos ideando soluciones a auténticos problemas como crear un mango extensible a base de pliegues y pestañas. La casa es sencilla pero grande y además tiene tornos que montar aparte. Abulta y se presta a que la decoremos.
Pero donde de verdad está lo bueno, hablando en términos de tecnología y aprovechamiento de los Joy-Con, es en la moto y, sobre todo, en el piano.
La moto cuenta con un sistema de gomas y anclajes que son todo un rompecabezas, pero tampoco hay que alarmarse. Una de las cosas más mágicas de Labo es que, aunque tengas toda la mesa llena de piececitas, todo acaba encajando.
En este caso particular, son varias las secciones que conforman un todo, lo que irremediablemente os recordará a cuando jugabais con los Megazord de los Power Rangers, solo que esto es todavía más complejo.
Y llegamos así al piano, donde parece increíble que unas cuantas piezas de cartón y otras tantas pegatinas puedan darnos tal variedad de sonidos y de opciones, ¡si hasta podremos hacer vibratos y todo!
Por supuesto los brujos detrás de todos estos trucos son los Joy-Con de Nintendo Switch, con mención especial para el derecho y su cámara infrarroja de movimiento, capaz de mil y un trucos si se sabe cómo sacarle provecho, y con Nintendo Labo han sabido.
Mencionar asimismo que, además de estos 5 Toy-Con grandes, podremos montar otros más pequeños que vendrán a complementar la experiencia, como el escáner, la minimoto o la batuta.
Todos estos son prescindibles y podríamos usar el Joy-Con suelto sin problemas, pero completan la experiencia y se agradece el detalle de haberlos incluido.
Del cartón al plástico: el software
Ya hemos dicho que Nintendo Labo son juegos y juguetes (no confundir con los Stick & Stack que eran cuentos y juguetes), así que vamos a desgranar qué ofrece cada minijuego, pero ya os adelantamos que podría haber dado más de sí.
Como no podía ser de otra manera, comenzaremos con el antenauta.
Un botón en pantalla hace vibrar el lado izquierdo y otro el lado derecho. Ya. ¿Ya? Bueno, casi, porque también podremos variar la frecuencia de la vibración (hercios) y alterar así cómo de rápido se desplaza nuestro cartónico insectoide.
Es chulo lo de manejarlo a oscuras viendo en pantalla la señal de la cámara IR del Joy-Con, pero nada más.
También podéis echar carreras o combates como carneros (chocando vuestras cabezas, vaya), pero tened en cuenta que necesitaréis 2 pares de Joy-Con, aunque por suerte vale con una sola Switch.
La caña sirve para lo que os imagináis: pescar. Pero es muy entretenido, por lo menos al principio, luego bien es verdad que la variedad de peces brilla por su ausencia, aunque tampoco hay tan pocos, ya que incluso podremos intentar capturar algún que otro pez abisal.
Como complemento tenemos el relajante acuario (Wii tuvo un juego que era ver un tanque de agua con peces, por si no lo sabíais) donde observar nuestras capturas e incluso crear criaturas acuáticas de las más variadas formas gracias a la función de escaneo de láminas del piano (sí, hay que usar ambos para esto).
Es un juego sencillo pero relajante y al que volveréis de vez en cuando, aunque solo sea para superar vuestra propia marca.
La casa por su parte no deja de ser un bonito Tamagotchi. La criatura que vive dentro es adorable, aunque lo mejor que tiene y en lo que más se diferencia del famoso aparato de Aki Maita y Bandai es que alimentarle, pasearle, hacer que haga ejercicio y todas las funciones que pueda realizar se llevarán a cabo mediante un sencillo pero bien llevado minijuego, ya sea jugando a los bolos, saltando a la comba, conduciendo una vagoneta…
Si empatizáis con la criaturilla seguro que os roba más horas de las que luego os atreveréis a admitir.
Los niños, por supuesto, se lo pasarán genial ya sea cuidándole o simplemente usando los portales para crear el caos dentro de la habitación.
En cuanto a la moto nos topamos con dos modalidades: circuito y estadio.
Circuito consiste en carreras por pistas de asfalto en 3 grandes premios con 3 circuitos en cada uno, pudiendo elegir tanto el número de vueltas como la cilindrada. La conducción no tiene prácticamente ningún pero, pero sí el número de circuitos, y es que 9 resultan insuficientes. ¿Lo mejor? Que podremos crear nuestros propios circuitos describiendo la trayectoria que queramos moviendo el Joy-Con en el aire. Magia.
Estadio es una competición fuera de pista (con saltos y eso) por, adivinad, un estadio. En el inicial son las letras NINTENDO LABO las que, gracias a su relieve, crean las rampas y socavones, pero si usamos el escáner (el Joy-Con derecho y su famosa cámara) podremos crear, en relieve, el objeto que nos dé la gana. Sí, eso también.
Y llegamos, una vez más, al piano.
Su modalidad más básica nos propone un pequeño teclado de una octava (como en el Toy-Con) donde tocar melodías simples o cambiar los sonidos de piano por otros de animales o incluso hacer “música” con la Vibración HD del Joy-Con izquierdo.
Esto ya de por sí es entretenido, pero la auténtica chica está en su modo estudio.
Aquí podremos alternan entre 4 octavas a golpe de tecla (de cartón, claro), ajustar distintos parámetros como la reverberación o el volumen, meter de fondo un loop con varis instrumentos gracias a unas tarjetas de cartón con puntos escaneables e incluso grabar nuestras propias piezas y ajustar su tempo a golpe de varita.
Incluso podremos crear distintas ondas para hacer que el piano suene como un violín, una guitarra o casi cualquier cosa.
El Toy-Con del piano es, como veis, mucho más que un juguete, de hecho, es todo un instrumento, por lo que para disfrutar plenamente de sus posibilidades habréis de tener cierta inquietud musical.
Descubrir, crear y pintar
Ya hemos visto, grosso modo, lo que ofrece este kit variado de Nintendo Labo, pero hay más.
En su modo descubrir entenderéis cómo funciona todo y por qué lo hace tan bien. Son una especie de tutoriales pero muy interactivos, así que hacerles aunque sea una visita es muy recomendable.
Dentro de este modo está la gran sorpresa de Labo, que no es otra que el taller Toy-Con.
En este taller nuestra imaginación será el límite, como estaréis comprobando en las distintas redes sociales, y es que a base de inputs y outputs (sencillas órdenes de programación) podremos desde crear una guitarra hasta fabricarnos nuestro propio pinball, o incluso homenajear a las antiguas Game & Watch creando una réplica en cartón (más la pantalla de Switch, ojo) totalmente funcional.
Y tampoco dejéis de lado el tema de la decoración, porque cada Toy-Con pide a gritos ser decorado de la manera que más gustéis, algo que encantará especialmente a los pequeños de la casa. El único requisito es no tapar la cámara del mando, el resto, ad nutum.