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Breath of the Wild y yo

The Legend of Zelda: Breath of the Wild ya lleva casi un mes entre nosotros y no ha dejado indiferente a nadie. Las opiniones sobre el juego fluyen, se contradicen, se apoyan y se propagan con el viento. Es un juego mágico, uno de los mejores de la generación (pasada y, probablemente, la que está por venir) y el mejor exponente de cómo evolucionar un subgénero como el de los juegos de mundo abierto, que tan buenos títulos nos ha brindado. A continuación, la redacción de Revogamers quiere compartir con vosotros lo que ha significado para ellos The Legend of Zelda: Breath of the Wild, el juego del momento, tanto para Wii U como para Nintendo Switch.

“Rey de Reyes” – Wenceslao Arroyo, Wences

Sabía que la ocasión era especial, le tenía muchas ganas a esta nueva entrega, aunque fui con cierta cautela para evitar que mi hype – mayor aún al sumarle el factor Nintendo Switch – hiciera que mis expectativas acabaran superando el producto final y se echará todo por alto, como tantas otras veces me ha pasado. No obstante, el resultado no es que haya acabado cumpliendo o siendo mejor, es que a cada paso que doy con Link no deja de hacerlo.

Tengo que echar la mirada muy atrás, concretamente a las Navidades del año 2004, con PlayStation 2 y Grand Theft Auto: San Andreas, para recordar un juego en cuyo mundo abierto tanto me he perdido, sin olvidar a las dos últimas entregas principales de la saga de The Elder Scrolls o el más reciente The Witcher 3. Y es que la prueba más evidente se encuentra cuando la historia queda casi relegada a un segundo lugar, a pesar de lo épica de la misma. Escalar montañas, recorrer largos caminos a caballo, hacer frente a pequeños campamentos enemigos, superar santuarios… todo para simplemente dejarte llevar por su mitología e investigar hasta el último rincón explorable.

Si hay algo que en mi caso me señala que un juego es especial es la imposibilidad de compararlo con otro. Es precisamente aquí donde para mí se encuentra toda la magia de The Legend of Zelda: Breath of the Wild. Se ha renovado al completo, siendo imposible pensar en otros títulos, tanto para bien como para mal, destilando identidad propia desde el momento en el que despertamos con Link de su largo letargo.

Pese a que la saga de The Legend of Zelda la llevo jugando desde que un verano de 1999 probase The Legend of Zelda: Link’s Awakening DX en Game Boy Color, nunca he sido especialmente fanático de este universo ni he llegado a completar todas y cada una de sus entregas, si bien sí un buen número de ellas. A pesar de ello, siempre le he tenido un cierto cariño que ahora se ha acentuado, y lo que es mejor, seguirá haciéndolo durante el resto del viaje que me queda por recorrer en Hyrule.

“El primer The Legend of Zelda genuino en 20 años” – Arturo Albero, Reztes

Cuando era pequeño, un amigo me introdujo a la saga Zelda. Quedábamos y leíamos el manual del juego, que venía con la leyenda de las guerras carcelarias y las tres diosas de la trifuerza. Eran los tiempos de The Legend of Zelda: A Link to the Past y fue mi primera entrada en la saga, y una de las que más me marcó. Para mí, lo que era un Zelda quedó definido por esa experiencia, y también por las experiencias que brindaban The Legend of Zelda, Adventure of Link y Link’s Awakening. Todos ellos ofrecían una gran libertad de acción (especialmente el Zelda original) y la sensación de formar parte de un mundo vivo y misterioso.

Sin embargo, en 1998 apareció un juego que lo cambió todo. Ocarina of Time sacrificó la libertad en favor de una dirección narrativa concreta, abandonó el mundo vivo y dinámico para presentar, en cambio, una serie de zonas conectadas mediante pasillos y, en definitiva, acabó con muchas de las cosas que definían para mí la experiencia de la saga. Ocarina of Time era un juego sin parangón pero, ¡Eso no era un Zelda! Al menos, no era la adaptación de la saga a las tres dimensiones, sino más bien una cosa nueva y diferente (para bien y para mal). La calidad de Ocarina of Time era indudable y su éxito fue arrollador. Tanto es así que hemos estado jugando a reinterpretaciones de Ocarina of Time durante casi 20 años. Ningún juego posterior se atrevió a desafiar los pilares básicos del juego de Nintendo 64 y, poco a poco, a pesar de que la saga mantenía su calidad se notaba su estancamiento.

Entonces, en 2013 Nintendo sorprendió a todos con A Link Between Worlds, una reinterpretación de A Link to the past y una declaración de intenciones sobre el nuevo rumbo que la saga tenía que tomar después de haber agotado las posibilidades del modelo de Ocarina of Time. Ahora, Link y Zelda tenían que mirar al pasado, inspirarse de los clásicos anteriores a Ocarina of Time y devolver la esencia de los inicios a la actualidad. Así surgió Breath of the Wild, que es el verdadero paso a las 3D de la saga The Legend of Zelda (al menos, de los capítulos anteriores a Ocarina of Time). Para mí, Breath of the Wild es el primer The Legend of Zelda en sobremesa desde A Link to the past. Y, gracias en parte a eso, también es el mejor juego de la saga desde su lanzamiento.

Este paso a las 3D ha introducido a la saga, inevitablemente, en el subgénero de los juegos de mundo abierto, un tipo de RPGs que, casualmente, están muy de moda. Además, ha sido una revolución en el género por la forma en la que ha introducido la física y otros detalles, que han dotado al mundo de una vida hasta ahora insospechada. Y no estamos hablando de un género menor, tenemos a The Witcher 3, TESV: Skyrim, Metal Gear Solid V o Assassin’s Creed 2, todos ellos juegos juegos sobresalientes. Y, sin embargo, ninguno brilla como lo hace este Zelda.

Esto me hace preguntarme, ¿cómo serán capaces de mejorar algo tan bueno y ser originales al mismo tiempo? Si bien Breath of the Wild no es perfecto y tiene margen de mejora, será difícil crear un juego nuevo en la saga que esté a la altura y, además, tenga suficiente personalidad. Esperemos que no pase como pasó con Ocarina of Time, que fue imitado durante casi 20 años por miedo a innovar. Breath of the Wild se despojó de ese miedo y se atrevió a desafiar a los clichés que se habían ido sedimentando en la franquicia y eso ha sido lo que nos ha brindado un juego tan genial. En definitiva, estoy disfrutando de Breath of the Wild como de ningún otro juego de la saga y, a la vez, estoy deseoso de ver con qué nos sorprende el equipo de Aonuma (recuperé la fe en ellos gracias a A Link Between Worlds, mi juego favorito de 3DS, y con éste la han apuntalado).

“El JUEGO” – Gaizka Iruretagoyena, Everdred

The Legend of Zelda: Breath of the Wild es “EL JUEGO” con mayúsculas. El último juego de Wii U y el primer juego de Nintendo Switch y muy probablemente sea el mejor juego de la vida de ambas consolas y eso que la segunda acaba de salir al mercado. Es más que un juego, es la aventura, pero una muy especial, para muchos es la definitiva, para mí es volver a sentir lo que sentí con The Legend of Zelda: Ocarina of Time allá por el año 1998. Es un sentimiento especial, el sentimiento de que algo te atrapa, algo que hasta ahora sólo habían conseguido el anteriormente mencionado Ocarina of Time y The Wind Waker, lástima que A Link to the Past no lo jugase en la Super Nintendo original, seguro que me hubiera marcado de la misma manera.

Un videojuego que te absorbe tanto que cuentas incluso los minutos hasta poder volver a casa a jugarlo. Es maravilloso que un juego logre algo así, que nos atrape tanto, que atrape tanto a toda la comunidad como se puede ver en las redes, es el juego del momento, el juego del año y el juego de la década.

He repetido hasta la saciedad que “Eso no es un Zelda”, aunque evidentemente lo diga en tono de broma, no se puede negar que en muchos aspectos no lo es. En conjunto si es un juego de la saga, pero ha tomado conceptos de muchos otros títulos de mundo abierto y de total libertad. Se le nota muchísimo que bebe de Minecraft, de hecho, como ex jugador del título de mundo cubicular siento como si estuviese de nuevo jugando a ese juego, puedo ir incluso al más remoto rincón que pueda ver en la lejanía. El hecho de no ser un Zelda al 100% no lo hace malo, ni mucho menos, es un auténtico juegazo, pero no, no llega a ser el juego perfecto.

Es un juego maravilloso, la total libertad, la casi carencia de tutoriales, algo que agradezco, hace el juego mucho más fluido, mucho más ágil y rápido. No hay día que no se vea por internet alguien haciendo algo casi inimaginable, pero que resulta posible dadas las infinitas posibilidades del juego. Es algo maravilloso ver a toda la comunidad experimentando con las mecánicas del juego al mismo tiempo, estamos viviéndolo millones de personas al mismo tiempo y eso es fabuloso, como ya pasó allá por 1998. Es una experiencia preciosa de compartir, es como muchos dicen el Ocarina of Time de hoy” el juego que marcó a toda una generación y esta vez el equipo de The Legend of Zelda lo ha vuelto a conseguir.

Hablando ya del juego en sí, puedo llegar a entender las notas perfectas, pero, para mí, no es perfecto. Es un auténtico juegazo, pero bajo mi punto de vista está un peldaño por debajo del sublime The Legend of Zelda: Ocarina of Time. Puede deberse a que no soy muy fan de los juegos con semejante nivel de libertad, en el fondo, prefiero que me lleven un poco de la mano, libertad la justa, que haya cierta linealidad. Aunque no creo que sea sólo por mi gusto personal, creo que es un juego al que le falta equilibrio, tiene aspectos realmente sobresalientes y rozando la perfección, pero otros, en cambio, que bajan el nivel medio. En términos generales, de media, no llega al nivel de perfección de Ocarina of Time. El, considerado por muchos, mejor juego de todos los tiempos me parece un título más redondo en todos los aspectos, con mayor perfección y redondez en todos sus apartados. Todo esto puede ser mera opinión personal, para mí Ocarina of Time sí es el mejor juego jamás hecho, yo le daría un 99 de puntuación, detrás vendría A Link To The Past con 98 y justo después Wind Waker o Breath of the Wild con 97 o 98, así que sí, me parece un auténtico juegazo y entra en el top 3 sin ninguna duda.

No es el momento de remarcar los puntos a mejorar, el juego es sublime y ha estado muy cerca de ser perfecto, yo echo de menos los grandes templos, no hubiese costado mucho meter uno en cada zona, uno en condiciones, los 4 que hay son muy originales en concepto, pero muy pobres en duración. Por otro lado, como ya he dicho antes es una maravilla de jugar, con una historia contada de una manera magistral, de una forma completamente nueva que le ha sentado de maravilla, además de ser, sin temor a equivocarme, la que mayor carga emocional tiene, te toca mucho la fibra sensible. Los nuevos personajes tienen un carisma increíble y empatizas mucho con ellos. En resumen, es una obra maestra, una de los tiempos modernos con toques de muchos juegos de la saga y esto viniendo de Aonuma jamás lo hubiera imaginado.

Miyamoto Sensei, ahora sí que creo que has dejado la saga en buenas manos, ¡Bien hecho Maestro! ¡Larga vida a The Legend of Zelda! La saga está más viva que nunca.

“Descolocado ante una obra maestra” – Gorka Méndez, Dartz719

No sé si tenía más ilusión por probar mi Nintendo Switch o por el nuevo Zelda, del cual todo el mundo estaba hablando maravillas y al ver los análisis unánimes de la prensa me preparé mentalmente para revivir los momentos mágicos que pude vivir con el Ocarina of Time. Pues he de confesar que de primeras quedé bastante descolocado e incluso por momentos decepcionado porque me costaba ver esas virtudes de las que todo el mundo habla.

Quizá sea porque nunca me han gustado los juegos de mundo abierto y en este caso es un mundo tan grande, que me costaba saber por dónde empezar y no soy de los que disfrute subiendo a un árbol, cocinando o escalando una montaña sin tener ningún fin.

Así que decidí tomar el camino habitual de todo Zelda y seguir la historia sin hacer nada adicional, lo cual también me frustró al poco de llegar al primer jefe al que me dirigí. Por lo que decidí dejarme llevar como hace la mayoría y disfrutar del entorno y su exploración.

Es ahora cuando estoy descubriendo santuarios, enemigos de todas clases o parajes recónditos en plena costa y empieza a cobrar sentido para mí este gran Zelda, suponiendo un reto el mejorar para tener un Link más fuerte mediante la búsqueda de nuevos santuarios y ahora sí que disfruto al subir a una montaña encontrar un Kolog y buscar esa luz naranja que me indica un nuevo templo por descubrir. Eso sí, aún me queda domar un caballo y aprender a cocinar para sentirme realizado al 100%. Y siendo un juego tan inmenso y con este enfoque al que no estoy acostumbrado sé que tengo juego para rato ya que tengo la sensación de que en este Zelda la historia que nos cuentan es lo que menos importa porque por primera vez tú eres el auténtico protagonista de tu historia.

“Abriendo los ojos” – Daniel Martínez, Kirby_kie

Armonía. No exagero cuando digo que llevo más de media hora frente a la pantalla sin saber cómo empezar a describir este juego. En mis cascos de fondo está sonando su banda sonora, y en mi cabeza no hace más que repetirse una escena muy concreta que he vivido en estas últimas semanas por Hyrule. Me encontraba yo frente a una nueva aldea que aún no había descubierto, cuando sin esperarlo comenzó a reproducirse una nueva canción. Pero no era como el resto. No sé qué tenía, pero me estaba cautivando. Solté la consola y tan solo cerré los ojos para centrarme en lo que estaba escuchando. Aquella melodía, en aquel preciso instante. Fue mágico. Abrí los ojos de nuevo y me di la vuelta, dejando el poblado a mi espalda. Observé a mi alrededor. Un puente colgante de madera delante, un lago a su lado, montañas heladas a los laterales y un habitante bastante egocéntrico que quería colarse entre mis vistas con un signo de admiración rojo sobre él. “No es el momento”, reí, y seguí observando el ambiente. Todo estaba donde tenía que estar, todo encajaba. Todo tenía sentido. Cada pieza del puzle estaba en su sitio, y yo tenía el privilegio de encontrarme ahí. Todo estaba en armonía.

Prometo que intento buscar adjetivos para hacerle justicia a esta nueva entrega de la saga, pero me está siendo imposible. Podría repetir los que ya tantísimas veces habréis oído, como “innovador”, “revolucionario” o incluso “perfecto”, pero sería quedarme en lo más banal del asunto que nos conscierne aquí. No estamos hablando de un juego más, de hecho, ¿y si no estamos hablando de un “juego” propiamente dicho? ¿Por qué no hablar de una… experiencia? ¿Por qué no tratamos de ser Link por una vez y dejarnos cautivar por el mundo que nos rodea? Bienvenidos a Hyrule. Poneos vuestros ropajes más cómodos, pillad un escudo, espada y arco, no olvidéis cocinar unos buenos filetes e id a por Epona. Va a ser un viaje largo.

Quizás lo más sorprendente sea volver a Hyrule y, aún reconociendo ciertos elementos del lugar, sentir que jamás habías estado ahí hasta ese momento. Y, joder, ha merecido tanto la pena esperar 30 años para encontrarnos al fin frente a este paraíso. Resulta que ahora todo ha cobrado vida; las tribus, los mercaderes e incluso la princesa Zelda están más vivos que nunca. Cada animal, cada monstruo, cada hierba meciéndose junto al viento y bailando al son de una delicada banda sonora basada principalmente en un único piano. Todo está vivo.

Y seguramente esa sea la clave de todo esto, el hecho de encontrarnos ante un juego que se siente más que eso, el hecho de encontrarnos ante un juego que, lejos de sobrevalorarse, se conoce a sí mismo y se lleva al límite, conociendo del mismo modo sus debilidades y sus puntos más fuertes. Un juego inteligente, con mucho, muchísimo trabajo detrás. Un juego cuidado hasta el más pequeño detalle. Un juego mimado. Un juego que se lleva a sí mismo más allá, transformándose por méritos propios en, como nombré anteriormente, una nueva experiencia. Una experiencia que, personalmente, jamás había vivido.

Perdonadme, Eiji Aonuma y Shigeru Miyamoto, juro por el Gran Árbol Deku que traté de hacerle la más posible justicia a esta maravilla que nos habéis prestado por 60€, aunque no me ha sido nada sencillo. No me lo habéis puesto fácil, no. Pero me encantan los retos. Espero que a vosotros también, porque la próxima entrega de la saga va a tenerlo muy difícil. Pero, por ahora, os merecéis un descanso. Y yo también, que ya llevo mucho rato escribiendo y echo de menos dar vueltas como un subnormal frente a un perro hasta ver corazoncitos salir de su cabeza. Goro-adiós.

“El referente del futuro” – Marcos Catalán, Dee

Si el mundo fuera justo, The Legend of Zelda: Breath of the Wild sería el nuevo paradigma en cuanto a realizar juegos de mundo abierto a partir de ahora, pero como no lo es, seguiremos teniendo que vérnoslas con meros decorados donde hacer tres, cuatro o quince acciones y no te salgas de ahí.

Aun así, es curioso comprobar cómo la libertad total, tan demandada y tan cacareada por los gurús de la potencia, la ha logrado una máquina como Wii U (porque el juego es de Wii U). ¿Dónde quedan ahora los que justifican los saltos generacionales con más teraflipes (que hasta hace dos días ni sabíamos lo que eran y que este E3 se va a convertir en la palabra de moda gracias a Scorpio), más RAM y derivados? Porque tampoco me han valido para ver una IA como la de los enemigos de este Zelda. Yo he disfrutado muchísimo The Witcher 3, uno de los mejores juegos que os podréis echar a la cara, pero no le pidas a los enemigos que se salgan de su rutina, ni a Geralt, ni mucho menos a los NPCs. Pensándolo bien, ahora The Witcher 3 me parece menos bueno, y GTA V, y Red Dead Redemption, y…

Sí confío en que estas 2 compañías de cuyos juegos he querido acordarme, CD Projekt y Rockstar, tomen nota para sus futuros proyectos y Breath of the Wild haga mejor a Red Dead Redemption 2, no puedo decir lo mismo de Ubi, EA o Bethesda, pero bueno, si les funciona y la prensa les sigue dorando la píldora…

Porque ahora la prensa tiene ante sí un hito que debe saber manejar, porque señores, hay una nueva vara de medir, un nuevo grado de excelencia. Aunque desgraciadamente de sobra sé cómo funciona esto y al próximo Assassin’s Creed le cascarán otro 9.

Pero sí saco algo bueno de todo esto, y es esa superioridad con la que al fin podemos responder los nintenderos antes los lloros de “pero el Horizon” y otros, donde yo ya solo oigo un tímido “pe-pe-pe-pero el poncho”.

 

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